Nosotros con Dios y con los demás (IV Domingo de Adviento. Ciclo C).


En vísperas de la Nochebuena la liturgia nos pone a la Santísima Virgen María en el hermosísimo pasaje de su visita a Isabel, la madre de Juan, y en ese pasaje encontramos la disponibilidad de María, su entrega por los demás. Llena de la presencia de un mesías que viene a servir, corre a ayudar: encuentra tiempo, sale de su programa y de su horario, recorre distancias y va a pasar unos meses con ella.  No es egoísta. No se encierra en sí misma a rumiar gozosamente su alegría. ¿No es exactamente la actitud de Cristo, que viene a entregarse por los demás? ¿No es también la actitud de un cristiano y de la comunidad entera: que no sólo crezca en su fe cara a Cristo, sino que esta fe se traduzca en una caridad de entrega por los más necesitados de nuestra ayuda? Precisamente porque Ella ha experimentado la cercanía y el favor de Dios, hemos de aprender de Ella a "visitar" a los demás. La Virgen Santísima anuncia la buena noticia de la salvación. Esta es la misión de la Iglesia y de cada cristiano: llevar a Cristo, anunciar la noticia palpitante -hecha testimonio de vida en nosotros- de que Dios es el Dios-con-nosotros. Si nosotros celebramos al Dios que nace en Navidad, es para darlo también a los demás: a los hijos, a los padres, a los hermanos, a la sociedad que nos rodea, a la comunidad religiosa a la que pertenecemos. María Santísima es símbolo de una Iglesia que quiere ser apóstol y testigo de Cristo en el mundo de hoy. Celebramos que Dios es el Dios-con-nosotros. Y la consecuencia es doble: que nosotros queremos ser nosotros-con-Dios, pero también nosotros-con-los-demás • AE

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