El evangelio llama a Tomás dídimo –el gemelo- nosotros lo conocemos como
el incrédulo[1].
Aquel hombre tiene dificultad para creer que Jesús ha resucitado, es una verdad
de tal magnitud y de tantas implicaciones, que él no alcanza a aceptarla. Bien por
temor o bien por la inmensa alegría que le producía, no cree, y así lo dice.
Sin embargo, al regresar el Señor y presentarse nuevamente delante de sus
amigos Tomás comprende que aquel que esta frente a Él no es un simple hombre
sino el Mesías mismo, el Cristo resucitado que no muere más. Y esa experiencia de
Tomás que nosotros podemos vivir, si queremos, todos los domingos en la
Eucaristía, es como la gasolina que necesitamos –pa entendernos- para asumir nuestro
compromiso cristiano de todos los días, porque quien no comprende quién es
Cristo y qué ha hecho por él, no puede comprometerse realmente, y la fe se
vuelve entonces una cuestión prescindible. Sin embargo quien se sabe salvado de
la muerte eterna no se puede sino cantar las misericordias de Dios, que nos ama
desde que éramos pecadores y nos envía a su Hijo para perdonar nuestros pecados[2]. Es
así que Tomás cambió, no fue el mismo después de encontrarse cara a cara con el
Señor. Tomás se volvió un apóstol convencido y salió del cenáculo para anunciar
a Cristo a todo el que quería escucharle… ¡Qué grande necesidad tenemos de
hacer esta experiencia de Tomás! Cuando Maximiliano Kolbe se encontraba de pie
ante los oficiales nazis y veía cómo condenaban a muerte a un padre de familia
a morir, su corazón no se paralizó sino entendió que debía dar su vida como
Cristo la había dado por él[3]. Hoy,
segundo domingo de Pascua, domingo de la divina misericordia podríamos preguntarnos
hasta dónde llega nuestra fe y nuestro compromiso, y qué estamos haciendo por poner
a los demás delante del Señor resucitado • AE
[1]Cfr. Jn 20, 24.
[2]Cfr. Sal 88.
[3] El Padre Maximiliano
María Kolbe (1894 - 1941) fue un sacerdote franciscano conventual polaco
asesinado por los nazis en el campo de concentración Auschwitz durante la
Segunda Guerra Mundial. Fue un gran propagador de la devoción al Inmaculado
Corazón de María.
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