La pregunta sin anestesia ni nada: quienes vamos caminando el camino de
la vida en pleno año 2017 ¿acudimos con frecuencia al perdón de Dios, o ya no
necesitamos sentirnos perdonados ni por Él ni por nadie? ¡Gran pregunta! La
verdad es que atribuimos nuestros males a las deficiencias de una sociedad mal
organizada, a las actuaciones injustas que provienen de los otros –el gobierno,
la iglesia y su jerarquía, los vecinos- o hasta a la naturaleza, Pero ¿No
necesitaremos, en lo más hondo de nuestro, ser confesar nuestros propio pecados
y sentirnos comprendidos por Alguien? ¿No será muy saludable sabernos aceptados
con nuestros errores y miserias, acogidos y restituidos? La experiencia del
perdón es una experiencia tan fundamental que quien no conoce el gozo de ser
perdonado, corre el riesgo de no crecer como hombre, como mujer. La parábola del
evangelio de éste domingo y que es la respuesta que da el Señor a Pedro sobre cuántas veces ha
de perdonar nos recuerda lo esencial del perdón en nuestra vida[1]. Si
no nos sabemos comprendidos y entendidos y perdonados por Dios, difícilmente sabremos
comprender y entender y perdonar a los demás, viviendo sin entrañas, justo como
el siervo de la parábola, endureciendo cada vez más nuestras exigencias y
reivindicaciones y negando a todos la ternura y el perdón. Quizá los humanos
pensamos que todo se puede lograr endureciendo las luchas, despertando la
agresividad y enconando el resentimiento. En realidad lo que hemos logrado es un
espiral de violencia y de dolor. Pensémoslo éste fin semana. El perdón, hermano
mío, hermana mía, no es algo inútil, o propio de personas débiles y resignadas
¡Todo contrario! El perdón está en las almas fuertes, o al menos en las almas
que luchan por serlo. Si alguien de otro planeta nos observara vería que
vivimos estrangulándonos unos a otros y gritándonos constantemente: “págame lo
que me debes”[2].
Y esto, lo único que logra es separarnos más y endurecer más los corazones[3]. Perdonar
es un acto de fortaleza espiritual, un acto liberador. Es un mandamiento
cristiano y además un gran alivio. Significa optar por la vida. Santo Tomás de
Aquino, el gran teólogo de la Edad Media, aconseja a quienes sufren, entre
otras cosas, que no se rompan la cabeza con argumentos, ni leer, ni escribir;
antes que nada, deben tomar un baño, dormir y hablar con un amigo[4].
En un primer momento, generalmente no somos capaces de aceptar un gran dolor.
Necesitamos tranquilizarnos. Perdonar puede ser una labor interior auténtica y
dura. Pero con la ayuda de buenos amigos y, sobre todo, con la ayuda de la
gracia divina, es posible realizarla. Con
mi Dios, salto los muros, canta el salmista[5].
Podemos referirlo también a los muros que están en nuestro corazón. Si
conseguimos crear una cultura del perdón, podremos construir juntos un mundo
habitable, donde habrá más vitalidad y fecundidad. Y felicidad. De la
auténtica. Como lo dije el viejo proverbio: "¿Quieres ser feliz un
momento? Véngate. ¿Quieres ser feliz siempre? Perdona” •
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