Quiza hemos ido pasando poco a poco de la «religión
de la cruz» a una «religión del bienestar». Hace unos años tomé nota de unas
palabras de Reinhold Niebuhr, que me hicieron pensar mucho. Él hablaba del
peligro de una «religión sin aguijón» que terminara predicando «un Dios sin
cólera que conduce a unos hombres sin pecado hacia un reino sin juicio por
medio de un Cristo sin cruz»[1].
La radiografía es tremenda pero es muy cierta, y el peligro es real. Insistir
en el amor incondicional de un Dios Amigo no ha de significar nunca fabricarnos
un Dios a nuestra conveniencia, el Dios permisivo que legitime una «religión
burguesa» (la idea es de Johann-Baptist Metz[2]).
Ser cristiano no es buscar el Dios que me conviene y me dice que sí a lo puro
que tengo ganas, sino encontrarme con el Dios que, precisamente por ser Amigo,
despierta mi responsabilidad y, por eso mismo, más de una vez me invita –que no
oblifa- a renunciar a mi propia voluntad. Descubrir el evangelio como fuente de
vida y estímulo para crecer no significa vivir inmunizado frente al
sufrimiento. El evangelio no es un analgésico que nos permite vivir una vida
tranquila de placer y bienestar. Cristo hace gozar y hace sufrir, consuela e
inquieta, apoya y contradice. Solo así es camino, verdad y vida. Creer en un
Dios Salvador que, ya desde ahora y sin esperar al más allá, busca liberarnos
de lo que nos hace daño termina llevándonos a entender nuestra fe cristiana
como una religión de uso privado al servicio exclusivo de nuestros problemas y
sufrimientos. Jesucristo nos pone siempre mirando al que sufre. El evangelio no
centra a la persona en su propio sufrimiento, sino en el de los otros. Solo así
nustra fe se vuelve una auténtica experiencia
de salvación. En la fe como en el amor todo suele andar muy mezclado: la
entrega confiada y el deseo de posesión, la generosidad y el egoísmo: el trigo
y la cizaña. Por eso no hemos de borrar del evangelio esas palabras de Jesús
que, por duras que parezcan, nos ponen ante la verdad de nuestra fe: El que no toma su cruz y me sigue no es
digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá, y el que pierda su vida por
mí la encontrará[3] • AE
[1]
Karl Paul Reinhold Niebuhr (1892-1971) fue un teólogo y politólogo
estadounidense, considerado uno de los principales representantes teóricos del
llamado realismo político americano junto con Hans Morgenthau. A él se le
atribuye la célebre plegaria de la
Serenidad.
[2]
Metz es un teólogo alemán nacido en Welluck, ciudad de la región de Baviera.
Fue profesor de teología fundamental de la Universidad de Münster hasta 1963 y Cofundador de la revista Concilium. Desde 1969 es asesor del
pontificio Secretariado para los No Creyentes y sacerdote desde 1954.
[3]
Cfr. Mateo 10, 37-42.
No hay comentarios:
Publicar un comentario