Te diré mi
amor, Rey mío,
en la
quietud de la tarde,
cuando se
cierran los ojos
y los
corazones se abren.
Te diré mi
amor, Rey mío,
con una
mirada suave,
te lo diré
contemplando
tu cuerpo
que en pajas yace.
Te diré mi
amor, Rey mío,
adorándote
en la carne,
te lo diré
con mis besos,
quizás con
gotas de sangre.
Te diré mi
amor, Rey mío,
con los
hombres y los ángeles,
con el
aliento del cielo
que espiran
los animales.
Te diré mi
amor, Rey mío,
con el amor
de tu Madre,
con los
labios de tu Esposa
y con la fe
de tus mártires.
Te diré mi
amor, Rey mío,
¡oh Dios
del amor más grande!
¡Bendito en
la Trinidad,
que has
venido a nuestro Valle! Amén.
...
Este poema,
compuesto en Burlada (Navarra) en diciembre de 1978, ha tenido la fortuna de
pasar al libro de la Liturgia de las Horas como himno cotidiano de Vísperas en
tiempo de Navidad, tanto en España como en América. Pocos días después le puso música
Fidel en Miranda de Arga (ermita de la Virgen del Castillo), en una convivencia
espiritual, el 4 de enero de 1979. Está publicado en R. M. Grández, capuchino
(letra) – F. Aizpurúa, capuchino (música), Himnos
para el Señor, Editorial Regina, Barcelona, 1983, pp. 53-56.
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