Y tú, ¿en dónde abrevas?

...Y un día descubres que tú eres el problema, y que tuya es la solución. No esperas nada de nadie, y nadie es responsable de lo que te sucede. Nadie excepto tú. Ya tienes los años suficientes para ser crítico contigo mismo y desembarazarte de prejuicios, de acortezamientos, de los muchos crustáceos que traes en la cabeza. Sea cual sea el problema, en ti está encontrar la respuesta. Descubres que quizá no vale la pena rezar pidiendo algo. Ni grande ni pequeño. La mejor oración no pide nada, ni siquiera tiene voz. Está dentro de uno mismo, en el silencio. Ese silencio poco a poco te llevará a aceptarte, y sentirte querido por Dios. Dios no es un magistrado, ni un tipo con un reglamento de tránsito que te pasa la cuenta de tus infracciones. Si Dios existe, tiene que ser de otra manera a como nos lo han contado. Dios no se enoja, ni llora, ni se entristece. Dios quiere que seas buena persona, que seas feliz y que te quieras. Hemos ido de aquí para allá rezando en basílicas, encendiendo velas, sobando estampitas en no sé qué tumbas de no sé qué villas e implorando el perdón; y Él, además de estar en los sagrarios de ésos sitios, también está en tu corazón. En muchos sitios hemos andado...¿para qué? La gran pregunta es…¿hace cuánto que no pienso en Él y me dejo querer? Con el Señor lo único que hay que hacer es dejarse querer. Dios nos quiere tanto que nos perdona antes de que cometamos cualquier barbaridad, cualquier babosada. Y, desde luego, el que te hable de amor de Dios y te diga que se enoja, que cuidadito, que sí, que es muy bueno...pero también es justo. Y comience a glosar y a subrayar esa Justicia, no te fíes un pelo de esa persona que lo único que busca es que seas bueno porque tienes miedo. ¡Eso es mentira! Yo no creo que a Dios le ganemos Su Corazón con nuestros miedos. Y no quieras ser perfecto. La perfección no existe en nuestra naturaleza. Intenta ser ejemplar a tu modo, con tu forma de ser, con tu carácter y con tu herencia genética, con tus luces y tus sombras, con tus grandezas y tus miserias, con la gracia y también con tu barro. A nadie le asusta saber que necesita poner abono para que el jardín retoñe. Pues lo mismo con los humanos. Además: a todos no se nos puede pedir lo mismo. Eso lo entiende cualquier padre o madre, pero no lo entienden algunas espiritualidades y ascéticas que yo conozco ¡y mira que es fácil (entenderlo)! La ignorancia es un modo inconsciente de hacer el mal. Piensa si no serás presa de esa ignorancia. Lo que sabes, ¿por quién lo sabes?. ¿Te lo han contado así y te lo has creído porque venía de una autoridad que creías infalible?. ¿Qué autoridad es esa?...¿un catequista, un sacerdote que se cruzó en tu vida?, ¿un profesor del colegio?, ¿tus padres? Es posible que vivas en la ignorancia. ¿Lees?, ¿te preocupas de entender la vida desde otro punto de vista?, ¿de qué y de quién te nutres? ¿Hace cuánto que no te dicen que vivas del amor, o que lo busques con todas tus fuerzas?. Si hace bastante que no te animan a eso, seas rico o pobre, estás en el equipo perdedor. Si no buscas el amor estás muriéndote. Vete a las fuentes y bebe por ti mismo. Abreva de ahí. Lee el Evangelio, en primer lugar, te divertirás mucho y te llenarás de su alegría y de su luz. Asómate a las Confesiones de San Agustín, liba de la poesía de San Juan de la Cruz, huele el aroma del alma de Ávila, o de la de Calcuta, que tiene mucho que decirte. Zambúllete en Dostoievski y ese remojón te limpiará de esa tristeza que acumulas, o pasea al aire de grandes clásicos y te despejará. También te darán paz. Con ellos de la mano querrás ser mejor persona. Lo mismo si te atreves con el cine o del arte. Te recomiendo Biutiful, un canto a la miseria humana, al barro que todos llevamos por dentro, ése mismo barro y pecado que Jesucristo vino a limpiar(me) y a perdonar(me). Piensa por ti mismo, busca, no seas necio. Estás perdiendo el tiempo , y tú vales más que lo que te han dicho que vales • AE

Los pequeños grandes pasos


A menudo nos gustaría ser capaces de ver el futuro. Decimos: "¿cómo me irá el año que viene? ¿Dónde estaré dentro de cinco o diez años?" No hay respuestas para estas preguntas. La mayoría de las veces apenas si tenemos clarividencia suficiente para dar el próximo paso, qué tenemos que hacer en la próxima hora, o al día siguiente. El arte de vivir consiste en disfrutar de lo que podemos ver y no quejarnos sobre lo que permanece en la oscuridad. Cuando somos capaces de dar el próximo paso con la confianza de que tendremos clarividencia suficiente para el siguiente, podemos andar por la vida con alegría y sorprendernos de lo lejos que vamos. Alegrémonos de la pequeña luz que llevamos con nosotros y no pidamos el potente haz de luz que disipe todas las tinieblas • 

H. Nouwen (Henri Nouwen fue un sacerdote católico holandés. Después de casi dos décadas como profesor en la Menninger Foundation Clinic de Topeka, Kansas (EE. UU.), Notre Dame, Yale y Harvard, abandonó su trabajo para compartir su vida con personas con discapacidad mental en la comunidad de El Arca de Daybreak en Toronto (Canadá). Murió en septiembre de 1996 por un ataque al corazón) 

Arrepentimientos y acercamientos

Rembrandt Harmenszoon van Rijn, El hijo pródigo
tinta sobre papel, Teylers Museum (Holanda) 
...
Sabemos que cada vez que nos arrepentimos el amor se renueva y crece. Pero ¿Qué es el arrepentimiento? Pues hay una clase de arrepentimiento, de este mundo, que nos hunde en una pena mayor aún, nos hace quejumbrosos, y nos sumerge en la duda. Este tipo de arrepentimiento se atasca en la miseria y no conduce a nada. En cambio, el arrepentimiento que viene de Dios es completamente diferente. Porque, no contentos con nosotros mismos, nos elevamos por fin a Dios y damos la espalda a todo pecado, con voluntad firme. Dirigiéndonos a Dios, encontramos certeza, y el calor de un gozo espiritual que nos eleva sobre todas nuestras miserias y nos une con Dios. Y cuanto más débiles somos, cuanto más hayamos pecado, más nos sentimos urgidos a unirnos a Dios en amor puro. Mucha gente piensa que para mostrar su dolor por los pecados, tienen que hacer cosas extraordinarias, como ayunos, caminar descalzos, y otras cosas parecidas. La mejor penitencia, sin embargo, es apartarse de todo lo que no es Dios ni de Dios, ya se encuentre en tí, o en otra persona o cosa. El verdadero arrepentimiento es acercarse a Dios con amor, afrontando honradamene lo que se ha hecho. Elige tu propio modo de hacer esto, y descubre que, cuanto más lo haces, más sincero será tu arrepentimiento. La conversión verdadera es semejante a lo que sucede con la pasión del Señor; cuanto más la imites, más desaparecerán tus pecados • Maestro Eckhart (John Kirvan es el editor de un pequeño libro editado por San Pablo, dentro de un colección dedicada a proponer textos para la meditación diaria de grandes maestros espirituales. Los textos de esta entrada y de otras que aparecerán pertenecen a "Que puedas tener vida. Deja que los místicos te guíen en la Cuaresma", 2002) 

Conversación

M.I. Rupnik, La Madre del Señor y el siervo, mosáico de la capilla de la 
Pontificia Academia de Ciencias de la Educación de Roma (Italia)  


Jesucristo acaba, siendo en el relato, el protagonista de la boda. El novio queda desdibujado, porque el verdadero novio es él. Los invitados son los favorecidos como una novia. La madrina es María. Nos lleva a los esponsales, diciéndonos muy quedamente: Haced lo que él os diga. ¿Seremos capaces de decir un sincero, verdadero, fiel y amoroso a Dios, que nos pide, como el esposo se lo pide a la esposa? Que la Eucaristía de este domingo nos ayude a comprometernos en esponsales con Dios, pensado y reflexionando en aquellas estrofas del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz:

·       ¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? – Como el ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti clamando y ya eras ido.

·        Pastores, los que fuerdes allá por las majadas al otero,  -si por ventura viereis aquel que yo más quiero, decidle que adolezco, peno y muero.

Las criaturas nos responderán:

·        Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, -y, yéndolos mirando, con sola su figura –vestidos los dejó de su hermosura.

Y a medida que nosotros le vayamos más y más conociendo, acabarémosle diciendo:

·        ¡Ay!, ¿quién podrá sanarme? Acaba de entregarte ya de vero; -no quieras enviarme de hoy más ya mensajero –que no saben decirme lo que quiero.

·        Y todos cuantos vagan de ti me van mil gracias refiriendo, -y todos más me llagan, y déjame muriendo un no sé qué que quedan balbuciendo.

Y acabémosle, diciendo todos nuestros anhelos, todos nuestros amores, de conocedores de su amor:

·        ¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no lo sanaste? –Y, pues me lo has robado, ¿por qué así lo dejaste y no tomas el robo que robaste?

Que este sea nuestro diálogo con Jesús, el esposo, en esta Eucaristía, sobre todo en el momento de nuestros esponsales, en la comunión •


El júbilo y la Alinza de Dios

Anónimo, Cristo convierte el agua en vino en Caná, marfil, s. IX, 
Victoria and Albert Museum (Londres) 

En Caná aún no había llegado tu hora de ser tú mismo el vino de las bodas. Pero, para  que supiéramos que la hora estaba cercana, nos has dado el signo del agua cambiada en  vino, como signo del vino convertido en tu sangre, derramada en la cruz para la redención  del mundo. (...) Había allí seis tinajas de piedra puestas para las purificaciones de los judíos[1].  Seis, es el número del hombre, el símbolo del esfuerzo humano: agua ordinaria e inerte.  Esta no es el agua que mana en vida eterna sino el agua de la ley mal entendida, de la  purificación exterior. Vas a partir de nuestras pobrezas e incapacidades para que realicemos nosotros mismos nuestra propia santificación, y vas a hacer de eso el vino de  las bodas. Nos vas a hacer superar nuestros legalismos que de nada sirven: esto está  permitido, esto está prohibido; el matrimonio es indisoluble; ir a misa los domingos es  obligatorio; no debes tomar la píldora; si eres un cristiano actual, debes preocuparte del  tercer mundo. Nos vas a mostrar que todo eso no tiene ningún sentido si no se vive en el  amor de Dios que transforma. Tú nos propones no la purificación exterior, la del parecer, sino la interior, la del corazón, la del ser, es decir la que se vive contigo y en ti. El agua que sacan los servidores se convierte en el agua de tu misericordia. Aquella con la que, en la superabundancia de tu amor, lavas los pies de los hombres, los de Pedro y los  de Judas. Es el agua de la reconciliación y de la purificación que transforma nuestra vida y  transfigura nuestro ser, el agua y el vino por los que nuestra pareja se troca  verdaderamente en signo de tu amor. Por eso el matrimonio se celebra en la Iglesia; no por  obedecer a una regla sino para que los hombres vean algo de tu amor. Y por eso no puede  romperse el matrimonio; no por encerrar al hombre en una obligación legal sin significado sino porque tu amor no tiene retorno y dura eternamente. Y por eso también asisten a los casados unos testigos, no por la preocupación jurídica de afirmar que el matrimonio ha tenido lugar sino como testigos de los hombres que se interesan por este matrimonio, que  prometen hacerlo todo para que esta pareja sea auténtica, fuerte y duradera, a fin de que el  mundo crea en tu amor incansable, fiel y transformador y transfigurador. El agua que sacan los servidores se convierte en ese vino, por el que cada una de nuestras actividades humanas y nuestra vida misma, hasta en la muerte, es signo de tu amor, puesto que no existe para el que cree en ti ninguna actividad profana, ya que en ti  todo es amor: la vida de la religiosa y la del director general, la del sacerdote y la del  minero, la de la soltera y la de la pareja, la del niño y la del anciano. Todo cuanto hagáis,  de palabra y de boca, hacedlo en nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a  Dios Padre[2]. Tanto si tenéis hijos, como si no los tenéis; si vivís  desahogadamente como con dificultades; si tenéis un oficio como si estáis en el paro o  jubilados. Los hombres, preocupados por las bodas humanas, no conocen la potencia del agua  transformada en vino. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como  ignoraba de dónde era... llama al novio y le dice: "Todos sirven primero el vino bueno y  cuando ya están bebidos, el inferior"[3]. Falsa prudencia de los hombres:  aprovecha bien el presente; aprovecha tu juventud; el vino se va a acabar, bebamos, pues la vida es corta. Los invitados al banquete ignoran la procedencia del vino: los sirvientes, los que habían  sacado el agua, sí que lo sabían[4]. Lo saben porque sirven. En el centro hay  siempre una acción transformadora y redentora conocida por tus servidores y desconocida  de tus beneficiarios. La Iglesia sabe que sirve y de qué la viene la posibilidad misma de  servir y el verdadero contenido de ese servicio. Este no es el vino barato de los amores  limitados y de las alegrías exageradas, sino al vida del júbilo y de la Alianza de Dios, el vino  de las bodas del Cordero. La pareja cristiana sabe que sirve y de dónde le viene la  posibilidad de servir y de amar, así como el contenido de su servicio y de su amor de  hombre y de mujer. Este no es el vino barato y agrio de un placer egoísta y limitado; es el  vino del amor que se supera más allá de las apariencias y que no renuncia jamás a pesar  de las infidelidades. Quien cree en ti, Señor, sabe muy bien que es un servidor y de dónde le viene la posibilidad de actuar y de servir, así como el contenido de su acción y de su  servicio. Este no es el vino degradado de la voluntad de poder, de la riqueza o de la gloria  vana, sino el vino nuevo del hombre al que asocias a tu divinidad. Mira, Señor, a todos los que todavía lo ignoran. Escucha a tu Iglesia que no dice solamente lo que sucedió antaño sino que con María, intercede en el presente, fiándose de ti. Manifiesta tu gloria por nosotros, tu servidores, si así lo quieres, y ellos te creerán • A. Grzybowski, Bajo el signo de la alianza, Ed. Narcea, Madrid 1988, p. 133 ss.






[1] Jn 2, 6
[2] Col 3, 17.
[3] Jn 2, 9-10.
[4] Idem. 

Rios viejos y hombres nuevos


Gerhard Rhemish, el maestro de St. Severin (Alemania), El bautismo de Cristo, vitral proveniente de la iglesia de la Abadía de Mariawald, Victoria and Albert Museum (Londres)

Tú te has revolcado durante mucho tiempo en el barro, apresúrate hacia mi Jordán, no ante la llamada de Juan, sino a la voz de Cristo. En efecto, el río de la gracia corre por todas partes. No tiene cauces en Palestina para desaparecer en el vecino mar, sino que  envuelve la tierra entera y desemboca en el Paraíso, corriendo a contracorriente de los cuatro ríos que allí descienden y llevando al Paraíso cosas más preciosas que las que salen de él. Porque éstos aportan perfumes, cultivo y germinación de la tierra; y él, hombres engendrados por el Espíritu Santo. Imita a Jesús, hijo de Navé. Lleva el Evangelio como él el arca. Abandona el desierto, es decir, el pecado. Atraviesa el Jordán. Apresúrate a la vida según Cristo, hacia la tierra que da frutos de alegría, donde según la promesa corren leche y miel. Derriba a Jericó, la vieja costumbre, no la dejes fortificarse. Todas esas cosas son figura nuestra. Todas son prefiguraciones de las realidades que ahora se manifiestan • Gregorio Niseno, Tratado sobre el bautismo.

¿Espiritualidad, para qué?


Espiritualidad» es una palabra desafortunada. Para muchos solo puede significar algo inútil, alejado de la vida real. ¿Para qué puede servir? Lo que interesa es lo concreto y práctico, lo material, no lo espiritual. Sin embargo, el «espíritu» de una persona es algo valorado en la sociedad moderna, pues indica lo más hondo y decisivo de su vida: la pasión que la anima, su inspiración última, lo que contagia a los demás, lo que esa persona va poniendo en el mundo. El espíritu alienta nuestros proyectos y compromisos, configura nuestro horizonte de valores y nuestra esperanza. Según sea nuestro espíritu, así será nuestra espiritualidad. Y así será también nuestra religión y nuestra vida entera. Los textos que nos han dejado los primeros cristianos nos muestran que viven su fe en Jesucristo como un fuerte «movimiento espiritual». Se sienten habitados por el Espíritu de Jesús. Solo es cristiano quien ha sido bautizado con ese Espíritu. «El que no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece». Animados por ese Espíritu, lo viven todo de manera nueva. Lo primero que cambia radicalmente es su experiencia de Dios. No viven ya con «espíritu de esclavos», agobiados por el miedo a Dios, sino con «espíritu de hijos» que se sienten amados de manera incondicional y sin límites por un Padre. El Espíritu de Jesús les hace gritar en el fondo de su corazón: ¡Abbá, Padre! Esta experiencia es lo primero que todos deberían encontrar en las comunidades de Jesús. Cambia también su manera de vivir la religión. Ya no se sienten «prisioneros de la ley», las normas y los preceptos, sino liberados por el amor. Ahora conocen lo que es vivir con «un espíritu nuevo», escuchando la llamada del amor y no con «la letra vieja», ocupados en cumplir obligaciones religiosas. Este es el clima que entre todos hemos de cuidar y promover en las comunidades cristianas, si queremos vivir como Jesús. Descubren también el verdadero contenido del culto a Dios. Lo que agrada al Padre no son los ritos vacíos de amor, sino que vivamos «en espíritu y en verdad». Esa vida vivida con el espíritu de Jesús y la verdad de su evangelio es para los cristianos su auténtico «culto espiritual». No hemos de olvidar lo que Pablo de Tarso decía a sus comunidades: «No apaguéis el Espíritu». Una iglesia apagada, vacía del espíritu de Cristo, no puede vivir ni comunicar su verdadera Novedad. No puede saborear ni contagiar su Buena Noticia. Cuidar la espiritualidad cristiana es reavivar nuestra religión • JAP

Discernimiento y gracia

Autor miniaturista anónimo, La duda de Tomás (1190-1200),
tempera y oro sobre madera, The J. Paul Getty Museum.  
...

Dios quiere que sepamos cuatro cosas. Primero, él es el fundamento de quien nos viene la vida y la misma existencia. Segundo, él nos protege con su fuerza y su misericordia mientras estamos en pecado, en medio de nuestros salvajes adversarios. Y nosotros mismos somos los que nos arriesgamos,  porque les damos oportunidad de que nos ataquen y somos ignorantes de nuestra pobreza. Tercero, es él quien cortésmente nos salvaguarda y nos alerta cuando vamos desencaminados. Cuarto, Dios nos espera con paciencia y no se enoja ni se vuelve huraño, porque lo que más quiere es que volvamos a él, y que estemos unidos a él por el amor con el que él mismo ya se ha ligado a nosotros. Por el discernimiento y la gracia, tomamos conciencia de nuestro pecado, pero esa toma de conciencia no nos hiere ni nos hace perder la esperanza. Porque por este humilde conocimiento, seremos separados de todo lo que no es Dios, con el remordimiento y la gracia. Por fin, Jesús nos curará totalmente y nos unirá a él. Él ha tenido la previsión de proveer esta ruptura y esta sanación, para todos, de modo que los santos más destacados puedan ver su pecado y su pobreza junto conmigo. Y yo, la más pequeña del pueblo de Dios, hallo consuelo junto con los más grandes. Así se une Dios con nosotros en la caridad • Juliana de Norwich es considerada una de las más grandes escritoras místicas cristianas de Inglaterra. Es venerada por la Iglesia de Inglaterra, la Iglesia Luterana y la Iglesia Católica. Se sabe poco de su vida, aparte de lo que ella misma dejó apuntado en sus escritos. Incluso su nombre es incierto, dado que el nombre de Juliana proviene de la iglesia de San Julián, en Norwich, junto a la cual la santa ocupaba una celda de anacoreta. A la edad de treinta años, padeció una grave enfermedad que la tuvo al borde de la muerte. En el transcurso de la enfermedad parece ser que sufrió una serie de visiones o revelaciones, las cuales supusieron, veinte años más tarde, la fuente principal para su obra titulada Sixteen Revelations of Divine Love (Dieciséis Revelaciones del Amor Divino, circa 1393). Se cree que este es el primer libro escrito por una mujer en inglés •

...Dónde estabas, dónde estás...



Con toda la adhesión del corazón nos consagramos en la ermita interior y en su misterio... El alma se dispone, jornada tras jornada, a fin de desasirse de todo y acoger al Verbo que es engendrado en su secreto y en su fondo. A primera vista todo parece débil y flojo, casi hasta provisorio... Las tormentas no son escasas y surgen con nuevos bríos en los horizontes nublados... Si dejamos obrar a Aquél que es nuestra Vida... Si no inventamos reparos o nos detenemos en respetos humanos, hemos de reposar, como Juan, en su Corazón... Pero una vez, en medio de no sé cuáles confusiones, nos pareció que perdíamos la atención y la paz... Las agresiones de cercanos y lejanos, esas "agresiones emotivas" tan frecuentes en esta hora, tan del gusto del mundo: nos dieron la impresión de que habíamos sido arrancados de la ermita y del silencio del corazón, que Dios callaba y se escondía ante tanto ruido y desconcierto, que las torpezas y los aludes nos habían privado de la vida y del don de Dios. Entonces, como San Antonio, como Santa Catalina, preguntamos: -¡Señor, dónde estabas, dónde estás! Y su respuesta fue siempre la misma: -Nunca he estado tan cerca. Basta una invocación en el corazón para que nos demos acabada cuenta de que nada ni nadie puede apartarnos de esa ermita y morada secreta, porque es el Padre, que ve en lo secreto, Quien está y en Quien estamos, somos, nos movemos y existimos... Nadie nos arrebató nada... Entra, pues, en tu morada secreta, cierra la puerta y no te muevas de allí, que nadie puede apartarte de tu Bien Ermitaño urbano

Reos y condenados, y tu Nombre y el mio

El monograma de Jesús -IHS- en el altar de la Iglesia del Gesù, 
Iglesia madre de la Compañía de Jesús, en Roma.
... 

Habitualmente el báculo del Papa de Roma lleva colgado a un inocente condenado a muerte. El Reo hoy está labrado en metales refulgentes (conozco  prelados –dicho sea de paso- que rezan en sagrarios  donde  no  tengo muy claro si a Jesús  le  gustaría  estar allí). Las  frases  del Hijo de  Dios sobre la  riqueza son tan duras... Según nuestra fe, hace dos mil años ese condenado que llevamos colgado en el pecho fue el Hijo de Dios encarnado bajo la forma de un hombre  sencillo, con  sandalias polvorientas y pinta famélica, y que vino a predicar el amor y el perdón. Muchos llevamos colgado del pecho a ese inocente en medallas de oro, o en crucifijos de plata. Existen cruces  de marfil, de plata, de diamantes, de madera, o de plástico. Jesús  está en todas las capillas, iglesias y catedrales, ermitas, claustros, criptas,  en innumerables cruces de caminos.  En los  Oficios de semana  santa se insiste todos los años  en que aquella ejecución en el madero fue ignominiosa. Así lo cantan  los monjes, y lo llora Bach. Las procesiones se recrean en una imaginería sangrienta recodando aquella muerte. Un poeta escribió que de pronto un día el mar recordará el nombre de todos los ahogados. Pero en nombre  de  Jesús  se  han  hecho  barbaridades, se han matado inocentes, se ha  condenado a la hoguera  a la misma  inocencia. A  veces  me  pregunto si hoy hubiese nacido Jesús, ¿llevaríamos un ajusticiado en la silla  eléctrica  colgado de nuestro cuello? ¿Creeríamos que  ese  hombre con una inyección letal en el cuello nos redimió? ¿Ese  reo  en la cámara de gas es el Hijo de Dios? ¡Dios, despréndeme de  toda cultura e  ideología  y que mi fe sólo  nazca y muera  en Ti!  •


...mi amor, Rey mío...

Maestro flamenco-francés anónimo, La adoración de los Magos con San Antonio Abad, (detalle), (1390), óleo y tempera sobre panel de madera, Museo J. Paul Getty. 

...

Te diré mi amor, Rey mío,
en la quietud de la tarde,
cuando se cierran los ojos
y los corazones se abren.

Te diré mi amor, Rey mío,
con una mirada suave,
te lo diré contemplando
tu cuerpo que en pajas yace.

Te diré mi amor, Rey mío,
adorándote en la carne,
te lo diré con mis besos,
quizá con gotas de sangre.

Te diré mi amor, Rey mío,
con los hombres y los ángeles,
con el aliento del cielo
que espiran los animales.

Te diré mi amor, Rey mío,
con el amor de tu Madre,
con los labios de tu Esposa
y con la fe de tus mártires.

Te diré mi amor, Rey mío,
¡oh Dios del amor más grande!
¡Bendito en la Trinidad,
que has venido a nuestro valle! Amén


Liturgia de las Horas, himno para el oficio de Vísperas 
de la Solemnidad de la Epifanía del Señor. 

Los reyes y los que llegamos tarde


Ustedes, —les dijo a los reyes magos— igual que yo, tardaron en llegar... Los pastores, y hasta el ganado, llevaban ya mucho tiempo aquí y se habían unido al coro de ángeles mientras ustedes estaban en camino. Para ustedes se relajó la primordial disciplina de los cielos y brilló entre las desconcertadas estrellas una nueva luz desafiante... ¡Con cuánto trabajo marcharon, haciendo mediciones y cálculos, mientras los pastores corrían descalzos! ¡Qué aspecto más extraño tenían en el camino, atendidos por libreas de tierras extrañas, cargados con regalos absurdos!... Al cabo llegaron al fin de la peregrinación y la gran estrella se detuvo. ¿Y qué hicieron? Se detuvieron para visitar al rey Herodes. En ese fatal intercambio de cumplidos empezó aquella guerra no terminada del populacho y de los magistrados contra el inocente... A pesar de todo, llegaron, y no fueron rechazados. También ustedes encontraron sitio ante el pesebre. Los regalos no eran necesarios, pero fueron aceptados y dispuestos cuidadosamente, porque habían sido traídos con amor. En aquel nuevo orden de caridad que acababa de surgir a la vida, también para ustedes hubo un lugar. A los ojos de la sagrada familia, ustedes no fueron menos que el buey o el asno... Ustedes son mis patronos especiales, y los patronos de todos los que llegan tarde, de todos los que han tenido que hacer un tedioso viaje para llegar a la verdad, de todos los confundidos con el conocimiento y la especulación, de todos los que a través de la cortesía comparten la culpa, de todos los que están en peligro a causa de sus propios talentos... Recen por mí, primos míos, y por mi pobre hijo sobrecargado; que también él encuentre antes del fin sitio para arrodillarse en la paja. Recen por los grandes, para que no mueran del todo. Y recen por Lactancio, y Marcias, y los jóvenes poetas de Tréveris, y por las almas de mis salvajes y ciegos antecesores; y por su astuto adversario Ulises, y por el gran Longino... Por Él, que no rechazó los regalos extravangantes, recen siempre por los hombres cultos, retorcidos y frágiles. ¡Que no se les olvide del todo en el trono de Dios cuando los simples entren en su reino! • Elena (fragmento del cap. 9) de Evelyn Waugh, novela histórica sobre la vida de Santa Elena. El capítulo transcurre en Belén, entre los años 325 o 326. Elena, la vieja —y en la novela, britana vivaz, inteligente e inquieta— madre de Constantino, está en Tierra Santa, empeñada en encontrar las reliquias de la Cruz; se ha convertido al cristianismo no hace mucho, tras un camino difícil y tortuoso.