La Vírgen santísima y los que estamos de pié

La Virgen de Vladímir es un icono de principios del siglo XII, el más antiguo de origen bizantino, y uno de los más célebres y venerados de Rusia.2 Desde 1930 se conserva en la galería Tretiakov de Moscú.El icono fue trasladado de Constantinopla (Bizancio) a Kiev. En 1155 el príncipe Andréi Bogoliubski se lo llevó a Vladímir, capital del noroeste de Rusia (a lo que se debe su nombre), donde se conservó durante mucho tiempo. Después de la victoria de los rusos sobre los tártaros (que se le adjudicó a la ayuda de la Virgen) y con el enaltecimiento de Moscovia, el icono fue colocado en la Catedral de la Asunción del Kremlin de Moscú •
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El Acatisto o también llamado por su nombre original griego akáthistos (Ἀκάθιστος ᾽Υμνός, que significa "que no está sentado") es un himno que es cantado de pie. Este himno es la más grande y célebre composición mariana de la Iglesia ortodoxa. Ha gozado siempre de una gran estimación entre los fieles, tal como se desprende del hecho de que su uso litúrgico se haya mantenido sin interrupción durante mil quinientos años. Según el relato del Synaxario, el himno fue instituido para agradecer a la madre de Dios su protección sobre la ciudad de Constantinopla tras padecer el sitio de ávaros y persas en el año 626. Se cuenta que el patriarca Sergio hizo llevar en procesión, por toda la ciudad, el icono de la Santa Madre de Dios, exhortando a la población a no perder –en aquellos difíciles momentos- la confianza en su protección. Como quiera ser que los intentos de conquista de Constantinopla por sus enemigos, tanto por tierra como por mar, fracasaron milagrosamente –a pesar de las más numerosas y poderosas fuerzas que aportaban a la lucha los bárbaros-, maravillados, los habitantes de la ciudad imperial se dirigieron a la Catedral de Santa Sofía para agradecer a la «Combatiente Poderosa» su infalible intercesión, cantando jubilosamente: «¡Oh, Madre de Dios, somos tus siervos!». Su peculiar nombre se debe, probablemente, a que el pueblo, careciendo de espacio para sentarse, permaneció de pie ("akáthistos") toda la velada y, en adelante, escucharía siempre este himno en esa posición en honor de la Virgen. Es posible que el himno estuviera compuesto con bastante anterioridad, puesto que es evidente que no puede ser fruto de la improvisación. Sin embargo, este acontecimiento histórico tan señalado pudo influir para que se fijase la tradición de usarlo como himno de acción de gracias. Así, habría que situar su composición entre finales del siglo V y principios del siglo VI. Respecto al autor, se han propuesto varias hipótesis, sin que haya pruebas suficientes para determinar con seguridad la autoría de uno de ellos: entre ellos destacan los patriarcas de Constantinopla Sergio y Germán, Jorge de Pisidia y Romanós el Méloda. El Acatisto pertenece al género del Kondakion, compuesto sobre un acróstico alfabético, dando comienzo cada una de las letras del alfabeto griego a cada uno de los 24 versos de que se compone

Carne verdadera y cosas asín

Colin McCahon, El ángel de la Anunciación, óleo sobre tela, Museo Te Papa Tongarewa, de Wellington (Nueva Zelanda)

El Verbo de Dios tomó la descendencia de Abraham, como dice el Apóstol; por eso debía ser semejante en todo a sus hermanos, asumiendo un cuerpo semejante al nuestro. Por eso María está verdaderamente presente en este misterio, porque de ella el Verbo asumió como propio aquel cuerpo que ofreció por nosotros. La Escritura recuerda este nacimiento, diciendo: Lo envolvió en pañales; alaba los pechos que amamantaron al Señor y habla también del sacrificio ofrecido por el nacimiento de este primogénito. Gabriel había ya predicho esta concepción con palabras muy precisas; no dijo en efecto: «Lo que nacerá en ti», como si se tratara de algo extrínseco, sino de ti, para indicar que el fruto de esta concepción procedía de María. El Verbo, al recibir nuestra condición humana y al ofrecerla en sacrificio, la asumió en su totalidad, y luego nos revistió a nosotros de lo que era propio de su persona, como lo indica el Apóstol: Esto corruptible tiene que vestirse de incorrupción, y esto mortal tiene que vestirse de inmortalidad. Estas cosas no se realizaron de manera ficticia, como algunos pensaron -lo que es inadmisible-, sino que hay que decir que el Salvador se hizo verdaderamente hombre y así consiguió la salvación del hombre íntegro; pues esta nuestra salvación en modo alguno fue algo ficticio ni se limitó a solo el cuerpo, sino que en el Verbo de Dios se realizó la salvación del hombre íntegro, es decir, del cuerpo y del alma.

Por lo tanto, el cuerpo que el Señor asumió de María era un verdadero cuerpo humano, conforme lo atestiguan las Escrituras; verdadero, digo, porque fue un cuerpo igual al nuestro. Pues María es nuestra hermana, ya que como todos nosotros es hija de Adán. Lo que dice Juan: La Palabra se hizo carne, tiene un sentido parecido a lo que se encuentra en una expresión similar de Pablo, que dice: Cristo se hizo maldición por nosotros. Pues de la unión íntima y estrecha del Verbo con el cuerpo humano se siguió un inmenso bien para el cuerpo de los hombres, porque de mortal que era llegó a ser inmortal, de animal se convirtió en espiritual y, a pesar de que había sido plasmado de tierra, llegó a traspasar las puertas del cielo. Pero hay que afirmar que la Trinidad, aun después de que el Verbo tomó cuerpo de María, continuó siendo siempre la Trinidad, sin admitir aumento ni disminución; ella continúa siendo siempre perfecta y debe confesarse como un solo Dios en Trinidad, como lo confiesa la Iglesia al proclamar al Dios único, Padre del Verbo • De las Cartas de san Atanasio, obispo (Carta a Epicteto, 5-9: PG 26, 1058. 1062-1066; segunda lectura del Oficio de Lectura de la Liturgia de las Horas para la Solemnidad de Santa Maria Madre de Dios).


Romance de la huida a Egipto

Artista catedralicio anónimo, La Huida a Egipto, en el vitral de la infancia de Cristo 
(1145), Abadía de Saint-Denis (Paris). 
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Camina la Virgen Pura
de Egipto para Belén
y a la mitad del camino
el Niño tenía sed.
- No pidas agua, mi vida,
no pidas agua, mi bien,
que estas aguas bajan turbias
y no se pueden beber.
Allá arriba en aquel huerto,
hay un rico naranjel
y el hombre que lo cuida,
es un ciego que no ve.
- Ciego, dame una naranja,
pa este niño que trae sed.
- Coja usted las que usted quiera,
las que sea menester.

El Niño como era niño
no dejaba de coger,
las que cogía la Virgen
volvían a florecer.
Apenas se va la Virgen
el ciego "comenza" a ver.

¿Quién ha sido esa señora?
¿Quién ha sido esa mujer?
que en los ojos me ha dao luz
y en el corazón también.
Ha sido la Virgen Pura
que va de Egipto a Belén •

Mañanas y pájaros y familias

B.E. Murillo, La Sagrada Familia del pajarito (detalle), 1650, 
óleo sobre tela, Museo del Prado (Madrid). 
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Los pájaros no tienen dientes

Con el pico se apañan.

Los pájaros pescan peces

Sin red ni caña.

Los pájaros, como los ángeles, tienen alas.

Los pájaros son artistas cuando cantan. 

Los pájaros colorean el aire

Por la mañana.

Por la noche son músicos dormidos en las ramas.

Da pena ver a un pájaro en la jaula.


¡Qué alegría en la mano de ese Niño! • JM


Bueyes y mulas y volver a empezar


En Navidad celebramos el nacimiento de Jesucristo en Belén. Sin embargo, la fiesta no se conforma con el recuerdo de algo pasado, sino que celebra nuestra propia vida. El nacimiento de Cristo tiene un efecto sobre nosotros, nos ha divinizado, y, de esta manera, en Navidad celebramos la fiesta de nuestro propio comienzo. En Navidad celebramos el logro de todos nuestros anhelos. Celebramos el nacimiento de Cristo en Belén para poder creer que en nosotros hay vida divina.... admitir en nosotros nuevas posibilidades: amor, ternura, sentimiento; para poder asombrarnos y emocionarnos... Sin embargo, el hombre debe saber siempre que él solamente es un establo en el que Dios quiere nacer. No somos un palacio que está preparado para recibirle. No merecemos que Dios venga a nosotros, ni tampoco podemos merecerlo ni conseguirlo por la oración, la ascesis o la meditación... No necesitamos ocultar nuestra suciedad. Seremos dignificados por Dios, quien, a pesar de todo, quiere habitar en nosotros. Necesitamos celebrar la Navidad para poder creer, ya que por nosotros mismos no podríamos creer en ello. A menudo nos sentimos lejos de Dios. Por eso tiene que haber una fiesta que nos muestre claramente cómo Dios ha nacido en una cuna, en un establo, rodeado de un buey y una mula, y que precisamente los pobres tienen que venir a adorar a este niño... para poder creer que el nacimiento de Dios en nosotros puede hacer vibrar cuerdas nuevas, puede engendran nuevas fuerzas • Anselm Grün

Tres ideas

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Un joven de unos 20 a 22 años, de nombre José (viejo sólo para los apócrifos, escritos 300 años después de los evangelios), que vivía en Nazaret, en el norte de Palestina, tuvo que desplazarse al Sur, a Belén, a fin de registrarse en un censo. Llevaba a su esposa María, ya embarazada de nueve meses. Llegando al lugar, María entró en dolores de parto. José buscó en las posadas de los alrededores y explicó su urgencia. Pero todos decían: «no hay sitio». No tuvo otra alternativa que buscar un rincón que fuera mínimamente seguro. Encontró una gruta en la que los animales se protegían contra el frío de aquella época del año. Allí, en una gruta. María dio a luz a un niño, llamado primero Enmanuel y más tarde Jesús. Y he ahí que ocurrió algo sorprendente, algo realmente lleno de magia, un factor que siempre da encanto a la historia, que no se rige por los cánones fríos de la racionalidad, sino por lo imprevisto y lo imponderable. Por eso la historia tiene sabor... He aquí que irrumpió una claridad inmensa, algo así como una estrella que planeó sobre aquella gruta. La vaquita que mugía bajito y el asno que rebuznaba se quedaron inmóviles. Fuera, las hojas que arrastraba el viento, se paralizaron. Las aguas del río, que corrían, se estancaron. Las ovejas que bebían, quedaron inertes. El pastor que había levantado el cayado hacia lo alto, quedó como petrificado. Un profundo silencio y una paz serenísima se apoderó de toda la naturaleza. Fue en ese exacto momento en que vino a este mundo el divino Niño. Inmediatamente después, se oyeron voces del cielo, captadas por los que estaban atentos: «Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a todas las personas de buena voluntad». El impacto de este acontecimiento fue tan grande que nunca más ha podido ser olvidado. Dos mil años después todavía es recordado y celebrado, de una u otra forma, en todo el mundo. Es la magia de la Navidad. Ha sido secularizada por el Papá Noel, y ha entrado en el mercado con los regalos de Santa Claus. Pero nadie ha conseguido todavía destruir el espíritu de la Navidad. Se trata de un aura bienhechora que es preciso conservar, pues nos hace más humanos. ¿Cuál es ese espíritu? Primero, que Dios es principalmente una Criatura, y no sobre todo Creador y Juez severo. Una Criatura no amenaza a nadie. Es sólo vida, inocencia y ternura. Más que ayudar a otros, necesita ser ayudada y acogida. Si imagináramos a Dios así, no tendríamos que temer. Llenémonos de confianza. Segundo: el ser humano, por malo que sea, debe esconder un valor muy grande, si Dios ha querido ser uno de ellos. Bien me dijo un día un esquizoide: «Cada vez que nace una criatura, es la prueba de que Dios todavía cree en la humanidad». Dios creyó tanto, que quiso nacer criatura frágil, con los bracitos enfajados, para no amenazar a nadie. Finalmente, la Criatura divina nos recuerda lo que somos en la profundidad de nuestro ser: una eterna criatura. Crecemos y envejecemos. Pero guardamos allá dentro la criatura que nunca dejamos de ser. La criatura representa la creencia de que es posible un mundo diferente, de inocencia, de mirada sin malicia y de pura alegría de vivir. ¿Podríamos vivir sin ese sueño?

¡Divino Infante: ¡realiza en nosotros este destino!
¡No dejes que muera en nosotros la esperanza!
¡No olvides que fuiste, como nosotros, un niño!

¡Nace de nuevo en nosotros como una Criatura!

Cristo, la Luz del mundo

A. Zana Mendez, Foquito de Navidad, Adviento del 2015, Guadalajara (México)
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V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.

V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno:

Porque gracias al misterio de la Palabra hecha carne,
la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor,
para que, conociendo a Dios visiblemente
lleguemos al amor de lo invisible.

Por eso con los ángeles y los arcángeles
y con todos los coros celestiales,
cantamos un himno a tu gloria, diciendo sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo •


Misal Romano, Prefacio de Navidad. 

Nostalgias y Nochebuenas

Pedro Bruegel, el Viejo, El censo en Belén (detalle), 1566, oleo sobre madera, 
Real Museo de Bellas Artes de Bruselas (Bélgica).
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La Navidad es una fiesta llena de nostalgia. Se canta la paz, pero no sabemos construirla. Nos deseamos felicidad, pero cada vez parece más difícil ser feliz. Nos compramos mutuamente regalos, pero lo que necesitamos es ternura y afecto. Cantamos a un niño Dios, pero en nuestros corazones se apaga la fe. La vida no es como quisiéramos, pero no sabemos hacerla mejor. No es solo un sentimiento de Navidad. La vida entera está transida de nostalgia. Nada llena enteramente nuestros deseos. No hay riqueza que pueda proporcionar paz total. No hay amor que responda plenamente a los deseos más hondos. No hay profesión que pueda satisfacer del todo nuestras aspiraciones. No es posible ser amados por todos. La nostalgia puede tener efectos muy positivos. Nos permite descubrir que nuestros deseos van más allá de lo que hoy podemos poseer o disfrutar. Nos ayuda a mantener abierto el horizonte de nuestra existencia a algo más grande y pleno que todo lo que conocemos. Al mismo tiempo, nos enseña a no pedir a la vida lo que no nos pueda dar, a no esperar de las relaciones lo que no nos pueden proporcionar. La nostalgia no nos deja vivir encadenados solo a este mundo. Es fácil vivir ahogando el deseo de infinito que late en nuestro ser. Nos encerramos en una coraza que nos hace insensibles a lo que puede haber más allá de lo que vemos y tocamos. La fiesta de la Navidad, vivida desde la nostalgia, crea un clima diferente: estos días se capta mejor la necesidad de hogar y seguridad. A poco que uno entre en contacto con su corazón, intuye que el misterio de Dios es nuestro destino último. Si uno es creyente, la fe le invita estos días a descubrir ese misterio, no en un país extraño e inaccesible, sino en un niño recién nacido. Así de simple y de increíble. Hemos de acercarnos a Dios como nos acercamos a un niño: de manera suave y sin ruidos; sin discursos solemnes, con palabras sencillas nacidas del corazón. Nos encontramos con Dios cuando le abrimos lo mejor que hay en nosotros. A pesar del tono frívolo y superficial que se crea en nuestra sociedad, la Navidad puede acercar a Dios. Al menos, si la vivimos con fe sencilla y corazón limpio • 

Magnificat anima mea Dominum!


El magníficat es un género de música polifónica vocal religiosa, similar a la cantata, pero basado en el pasaje bíblico de Evangelio de Lucas 1:46-55, que comienza con las palabras del himno que el evangelista Lucas pone en boca de la Santísima Virgen María: Magnificat anima mea Dominum. El magníficat era interpretado antes de las misas en festividades religiosas extraordinarias. Este carácter introductorio le confiere una extensión menor a la de las cantatas. Destaca en la composición de magníficats la escuela de polifonía española, con autores relevantes como Cristóbal de Morales (primera mitad del siglo XVI) o Tomás Luis de Victoria, ya en la época de la Contrarreforma. Sebastián Aguilera de Heredia compuso en 1618 un conjunto de treinta y seis magníficats titulado Canticum Beatissimae Virginis deiparae Mariae. Johann Sebastian Bach compuso un importante magníficat en mi bemol mayor (BWV 243) interpretado en las vísperas de Navidad de 1723 en Leipzig. Consta cuatro himnos relativos a la Natividad. Más tarde reescribió la obra en la tonalidad de re mayor, prescindiendo de los himnos, y añadiendo voces de trompetas: Bach, Magnificat in D major, (BWV 243), dirigido por N.  Harnoncourt •


Saludos y alegrías


Anónimo, vitral de la Visitación
Iglesia de Taizé (Borgoña, Francia) 
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Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor • (Cfr. Lc 1, 39-48)

La Dichosa, la Evangelizadora, la Madre de mi Señor

Taller de Konrad Wiltz, La Trinidad y la Visitación (1444), 
Gemäldgalerie, Berlín

La visita de María a Isabel le permite al evangelista Lucas poner en contacto al Bautista y a Jesús antes incluso de haber nacido. La escena está cargada de una atmósfera muy especial. Las dos van a ser madres. Las dos han sido llamadas a colaborar en el plan de Dios. No hay varones. Zacarías ha quedado mudo. José está sorprendentemente ausente. Las dos mujeres ocupan toda la escena. María que ha llegado aprisa desde Nazaret se convierte en la figura central. Todo gira en torno a ella y a su Hijo. Su imagen brilla con unos rasgos más genuinos que muchos otros que le han sido añadidos posteriormente a partir de advocaciones y títulos más alejados del clima de los evangelios. María, «la madre de mi Señor». Así lo proclama Isabel a gritos y llena del Espíritu Santo. Es cierto: para los seguidores de Jesús, María es, antes que nada, la Madre de nuestro Señor. Este es el punto de partida de toda su grandeza. Los primeros cristianos nunca separan a María de Jesús. Son inseparables. «Bendecida por Dios entre todas las mujeres», ella nos ofrece a Jesús, «fruto bendito de su vientre». María, la creyente. Isabel la declara dichosa porque «ha creído». María es grande no simplemente por su maternidad biológica, sino por haber acogido con fe la llamada de Dios a ser Madre del Salvador. Ha sabido escuchar a Dios; ha guardado su Palabra dentro de su corazón; la ha meditado; la ha puesto en práctica cumpliendo fielmente su vocación. María es Madre creyente. María, la evangelizadora. María ofrece a todos la salvación de Dios que ha acogido en su propio Hijo. Esa es su gran misión y su servicio. Según el relato, María evangeliza no solo con sus gestos y palabras, sino porque allá a donde va lleva consigo la persona de Jesús y su Espíritu. Esto es lo esencial del acto evangelizador. María, portadora de alegría. El saludo de María contagia la alegría que brota de su Hijo Jesús. Ella ha sido la primera en escuchar la invitación de Dios: «Alégrate... el Señor está contigo». Ahora, desde una actitud de servicio y de ayuda a quienes la necesitan, María irradia la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva consigo. Ella es para la Iglesia el mejor modelo de una evangelización gozosa • J. A. Pagola, 4 Adviento – C, (Lucas 1,39-45), 20 de diciembre 2015.


Los deseos y los hechos


Me santiguo con la señal de la cruz. En cierto modo, es como si grabara tu divino amor en mi cuerpo para cerciorarme de que todo cuanto hay en mí, y en torno a mí, es amado. Toco mi frente con mi mano derecha y pienso que fuiste tú quien me pensó y me creó. Hago que la cruz de tu amor descienda hasta mi vientre, hasta mi vitalidad y sexualidad, y te doy gracias por haber querido asumir mi condición humana. Llevo a continuación mi mano desde el hombro izquierdo hasta el derecho y te pido que transformes mi torpeza en acierto, que unifiques en mí lo consciente con lo inconsciente, los deseos con los hechos, lo femenino con lo masculino y que en todas las partes de mi cuerpo y de mi alma tu amor sanante y transformador se difunda hasta el último resquicio:

Tú eres quien me sacó del vientre,
me tenías confiado en los pechos de mi madre,
desde el seno pasé a tus manos.
Desde el vientre materno, tú eres mi Dios 
(Salmo 22,10-11), 

A. Grün, La oración de cada día.

Gaudete in Domino semper: iterum dico, gaudete!


Rejoice greatly, O daughter of Zion,
shout, O daughter of Jerusalem,
behold, thy King cometh unto thee.

He is the righteous Saviour,
and He shall speak peace unto the heathen.

Rejoice greatly, O daughter of Zion,
shout, O daughter of Jerusalem,
behold, thy King cometh unto thee.


The “daughter of Zion” is mentioned several times in the Old Testament, usually in prophecy and once in poetry. “Zion” meant Jerusalem and, later, Israel as the people of God. “Daughter of Zion,” then, does not refer to a specific person. It’s a metaphor for Israel and the loving, caring, patient relationship God has with His chosen people.

¡Alégrate, Bautista!


B.E. Murillo, San Juan el Bautista con el Cordero
Museo del Prado (Madrid) 
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La contemplación es la respuesta a una llamada: una llamada de Aquel que no tiene voz y sin embargo habla en todo lo que existe y, por encima de todo, habla en las profundidades de nuestro propio ser, ya que nosotros somos Sus palabras. Pero somos palabras llamadas a responderle a Él, a contestarle a Él, a ser Su eco e incluso, de alguna manera, a contenerlo y significarlo. La contemplación es este eco. Es una profunda resonancia en el centro más íntimo de nuestro espíritu, donde nuestra vida pierde su voz autónoma y resuena con la majestad y la misericordia de Dios vivo y escondido. Él se responde a sí mismo en nosotros y esta respuesta es la vida divina, la creatividad divina que resuena en todas las cosas.  Nosotros nos convertimos en el eco y la respuesta de Dios. Es como si Dios, al crearnos, nos hubiera hecho una pregunta y, al despertarnos a la contemplación, respondiéramos a esa pregunta, de modo que el contemplativo es al mismo tiempo pregunta y respuesta.  Y todo se resume en una conciencia -no una proposición, sino una experiencia-, a saber: Yo Soy T. Merton 

Comienzos y finales



El misterio de Adviento es un misterio de vaciamiento, de pobreza, de limitación. Debe ser así. De otro modo no podría ser un misterio de esperanza. El misterio de Adviento es un misterio de comienzo: pero también es el misterio de un fin. La plenitud del tiempo es el final de todo lo que todavía estaba incompleto, todo lo que todavía era parcial. Es el cumplimiento en unidad de todo lo que era fragmentario. El misterio de Adviento en nuestras vidas es el comienzo del fin de todo lo que en nosotros no es todavía Cristo. Es el comienzo del fin de la irrealidad. Y eso, sin duda, es motivo de alegría. Pero por desgracia nos aferramos a nuestra irrealidad, preferimos la parte al todo, continuamos siendo fragmentos, no queremos ser “un solo hombre en Cristo”. El Cuerpo de Adán (“hombre”), que debería ser el Cuerpo del Amor de Dios, está desgarrado de odio. El Cuerpo de Adán, que debería estar transfigurado de luz, es un cuerpo de oscuridad y mentira. Lo que debería ser Uno en amor está dividido en millones de hostilidades frenéticas y asesinas. Pero sigue en pie el hecho: Cristo, el Rey de la Paz, ha venido al mundo y lo ha salvado. Ha salvado al Hombre, ha establecido Su Reino, y Su Reino es el reino de la Paz. Adviento, para nosotros, significa aceptación de ese comienzo totalmente nuevo. Significa una disposición para hacer que la eternidad y el tiempo se encuentren no sólo en Cristo sino en nosotros, en el Hombre, en nuestra vida, en nuestro mundo, en nuestro tiempo. Si hemos de entrar en el comienzo de lo nuevo, debemos aceptar la muerte de lo viejo. El comienzo, pues, es el fin. Hemos de aceptar el fin, antes de poder empezar. O más bien, para ser más fieles a la complejidad de la vida, hemos de aceptar el final en el comienzo, ambos juntos   T. Merton, Tiempos de Celebración.

Non fecit taliter omni Nationi!



ESCUCHA, PÓNLO EN TU CORAZÓN, HIJO MÍO EL MENOR, QUE NO ES NADA LO QUE TE ESPANTÓ, LO QUE TE AFLIGIÓ, QUE NO SE PERTURBE TU ROSTRO, TU CORAZÓN; NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD NI NINGUNA OTRA ENFERMEDAD, NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA.  ¿NO ESTOY AQUI, YO, QUE SOY TU MADRE? ¿NO ESTÁS BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO? ¿NO SOY, YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA? ¿NO ESTÁS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS? ¿TIENES NECESIDAD DE ALGUNA OTRA COSA? QUE NINGUNA OTRA COSA TE AFLIJA, TE PERTURBE; QUE NOTE APRIETE CON PENA LA ENFERMEDAD DE TU TÍO, PORQUE DE ELLA NO MORIRÁ POR AHORA. TEN POR CIERTO QUE YA ESTÁ BUENO • relato en náhuatl de las apariciones marianas de la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac. Nican mopohua (que puede traducirse como Aquí se narra) son en realidad las dos primeras palabras de este relato cuya autoría, según el editor Luis Lasso de la Vega), es de Antonio Valeriano.

Honores y glorias ¿a nosotros?



Hace cuatro y medio siglos que María Santísima nos hizo un don: nos visitó en una mañana inolvidable. Nuestro suelo se estremeció de respeto y de amor, el aroma de las rosas del milagro embalsamó el ambiente, las estrellas del cielo tuvieron cintilaciones misteriosas y el esplandor de la hermosura de la Virgen llenó de luz el Continente Americano. Y la voz de María, dulce como una caricia maternal, profunda como un eco de la voz divina, resonó en nuestro suelo y nos dijo palabras de amor; nos dijo "pequeñitos y delicados"; declaró que "era nuestra Madre"; nos brindó sus ternuras y su regazo, y dijo que allí, en él, viviríamos siempre, y que no necesitaríamos de otra cosa... En aquella mañana radiante, la Patria mexicana en germen pudo decir: "¿de dónde a mí este honor y esta gloria, que la Madre de Dios venga a mí?". Y vino de una manera singular, dulce y maravillosa, Ella, la evangelizadora perfecta y la que nos trajo a Jesús, al Jesús de la Paz y al Jesús de la lucha, al Jesús del dolor y al Jesús de la gloria, y, siempre, al Jesús del Amor. Su visita no fue fugaz; no vino y se fue, ¡se quedó con nosotros! ¿Sabemos lo que entraña el misterio de su visita? Un mensaje de amor de la Madre divina; un templo que surge por la magia de su voz celestial; una fuente de gracias copiosísimas que brota de la Colina del Tepeyac. Y estas tres cosas simbolizadas y perpetuadas en esa Imagen: que es la urna de nuestros recuerdos, el centro de nuestras esperanzas, la dicha de nuestro corazón Mons. Luis María Martínez, Arzobispo Primado de México, trigésimo segundo sucesor de Fray Juan de Zumárraga y custodio de la venerada imagen de la Virgen de Guadalupe del Tepeyac • AE

¡Date, prisa, Señora!


Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia. Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida... ¿Porqué tardas? Virgen María, da tu respuesta. Responde presto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna. Cree, di que sí y recibe. Que tu humildad se revista de audacia, y tu modestia de confianza. De ningún modo conviene que tu sencillez virginal se olvide aquí de la prudencia. En este asunto no temas, Virgen prudente, la presunción; porque, aunque es buena la modestia en el silencio, más necesaria es ahora la piedad en las palabras. Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. Si te demoras en abrirle, pasará adelante, y después volverás con dolor a buscar al amado de tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento. Aquí está –dice la Virgen- la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabraSan Bernardo (1091-1153) monje cisterciense y doctor de la Iglesia, Homilía 4, 8-9: Opera omnia, edición cisterciense, 4 (1966).

¡Toda Hermosa!


Tú eres toda hermosa,
¡oh Madre del Señor!;
tú eres de Dios gloria,
la obra de su amor.

¡Oh rosa sin espinas,
oh vaso de elección!,
de ti nació la vida,
por ti nos vino Dios.

Sellada fuente pura
de gracia y de piedad,
bendita cual ninguna,
sin culpa original.

Infunde en nuestro pecho
la fuerza de tu amor,
feliz Madre del Verbo,
custodia del Señor. Amén.

Arrepentimientos y amores. y el Amor.



Rembrandt  pintó alrededor de 1654 Betsabé  con la carta del rey David. Produce escalofríos la  tortura  que supo extraer  de la mirada  entre  atormentada y  pensativa  de  esa  pobre  mujer. Esa actitud, mezcla de  placer  y remordimiento, y del tenebroso  destino que sabe  que  la espera.  La  historia es la siguiente es más o menos asín. Un día de bochornoso  estío  se levanta de la siesta el rey David, y  desde  la  azotea de palacio  ve   a una  joven de extraordinaria  belleza bañándose  desnuda en  el jardín  de su casa. Pregunta quién es ella, y le dicen que es Betsabé, hija de Eliam, mujer de Urías. Envía un mensajero para que le hable  de  su parte, y le invita a  venir a palacio. Llega ella a  su presencia y ya sabemos. Luego ella  se purificó  de  su  inmundicia  ,y  regresó preñada  a  casa. Betsabé  envía un recado al rey: "he concebido" , le escribe. En aquellos días Israel estaba en guerra con los ammonitas, y tenía  sitiada la ciudad de Raba. El rey llama a Urías a  su presencia,  lo  sienta  a  la mesa , lo agasaja con un  gran  banquete, trata de embriagarle, luego el Rey  ordena a Joab ,jefe  del   ejercito, que  lo colocara  en el  lugar  más  peligroso, en la primera línea de combate ,para  que  fuera  herido  y muriera. Y así  sucedió. El rey David fingió luego un grandísimo  dolor. Poco  después  tomó a Betsabé como esposa y ella  le dio un hijo, que  desagradó mucho al Señor por ser fruto de un adulterio.  Natán el profeta  le  descubre  la tostada contándole una parábola: "Dos hombres vivían en un pueblo. El uno era rico, y el otro pobre. El rico tenía muchísimas ovejas y vacas; en cambio, el pobre no tenía más que una sola ovejita que él mismo había comprado y criado. La ovejita creció con él y con sus hijos: comía de su plato, bebía de su vaso y dormía en su regazo. Era para ese hombre como su propia hija.  Pero sucedió que un viajero llegó de visita a casa del hombre rico, y como éste no quería matar ninguna de sus propias ovejas o vacas para darle de comer al huésped, le quitó al hombre pobre su única ovejita". David se irrita profundamente, al final muere el niño pero pronto vuelve  la burra al  trigo,  yace de nuevo con Betsabé, y de la coyunda nació Salomón…  La estirpe de Jesús está llena de facinerosos, como podemos ver. El cuadro de Rembrandt conmueve, al menos a mí me inquieta profundamente. Esa mujer, recién salida del baño y  atendida  por  una vieja criada, tiene en la mano una carta del mismísimo rey David. Su rostro expresa  una  profunda resignación ante la maldad humana, compartida, quizás, por un algo  morboso que lleva consigo  toda tentación. Rembrandt sabe muy bien qué está pintando, pues conocía ese pecado y, desde luego, el arrepentimiento. Tengo para mí que Rembrandt nos representa a todos muy bien. A mí también