Bueyes y mulas y volver a empezar


En Navidad celebramos el nacimiento de Jesucristo en Belén. Sin embargo, la fiesta no se conforma con el recuerdo de algo pasado, sino que celebra nuestra propia vida. El nacimiento de Cristo tiene un efecto sobre nosotros, nos ha divinizado, y, de esta manera, en Navidad celebramos la fiesta de nuestro propio comienzo. En Navidad celebramos el logro de todos nuestros anhelos. Celebramos el nacimiento de Cristo en Belén para poder creer que en nosotros hay vida divina.... admitir en nosotros nuevas posibilidades: amor, ternura, sentimiento; para poder asombrarnos y emocionarnos... Sin embargo, el hombre debe saber siempre que él solamente es un establo en el que Dios quiere nacer. No somos un palacio que está preparado para recibirle. No merecemos que Dios venga a nosotros, ni tampoco podemos merecerlo ni conseguirlo por la oración, la ascesis o la meditación... No necesitamos ocultar nuestra suciedad. Seremos dignificados por Dios, quien, a pesar de todo, quiere habitar en nosotros. Necesitamos celebrar la Navidad para poder creer, ya que por nosotros mismos no podríamos creer en ello. A menudo nos sentimos lejos de Dios. Por eso tiene que haber una fiesta que nos muestre claramente cómo Dios ha nacido en una cuna, en un establo, rodeado de un buey y una mula, y que precisamente los pobres tienen que venir a adorar a este niño... para poder creer que el nacimiento de Dios en nosotros puede hacer vibrar cuerdas nuevas, puede engendran nuevas fuerzas • Anselm Grün

No hay comentarios:

Publicar un comentario