Thursday of the Third Week of Easter (4.30.2020)




Today’s readings begin with the story of the Ethiopian eunuch. We never learn his name, but what an interesting fellow he must have been! Instead of worshipping the gods of his own country and people, he journeyed to Jerusalem to worship God.  On the way back home he is reading Isaiah on a scroll. He was not only pious and learned, he was also curious! He was reading the book of Isaiah (chapter 53) which contains the suffering servant narrative. This story beautifully illustrates the saying that “opportunity favors a prepared mind”. Philip’s presence nearby and the Holy Spirit’s prompting came at a time when this man was open to Philip’s words.  After baptism, he went on his way rejoicing – and I guess that Philip did too! We have sensed that God is patiently drawing us toward a future and hope that is rooted in His Son Jesus Christ, who is the bread of life we read about in today’s gospel. Are we prepared to recognize the divine stuff happening all around us?  God is calling us to journey with him. Preparation and curiosity are needed, as well as patience and endurance. Let us journey on and be taught by God as we go on our way rejoicing • AE




Georges Rouault, Miserere, tinta sobre papel.
Editor: Société d’Édition l’Étoile Filante, Paris, 1948. 

Este relato del encuentro entre Felipe y el ministro de la reina de Etiopía es un prodigio catequético y literario muy parecido al relato de los discípulos de Emaús que escuchamos en la liturgia de la Palabra el pasado domingo (III de Pascua). Esta es la primera vez que se anuncia el evangelio a un extranjero. Los frutos de la “dispersión” causada por la muerte de Esteban comienzan ya a hacerse visibles. Lo más fascinante es que el relato tiene una estructura sacramental: hay liturgia de la Palabra y liturgia sacramental (en este caso, rito del bautismo), en otras palabras: es un precioso reflejo del proceso de iniciación cristiana que pronto se empezó a vivir en las primeras comunidades cristianas. Lo que comienza siendo un encuentro en el desierto termina como un momento junto al agua. Este encuentro impulsa al nuevo cristiano (¡no sabemos su nombre!) a seguir su viaje lleno de alegría. Lo que aquel hombre no entiende del libro de Isaías es lo mismo que no comprendían los discípulos de Emaús: el escándalo de un Mesías sufriente, el dolor del Siervo de Yahvé. Nosotros, como aquel hombre, también deberíamos ponernos en camino, abiertos a compartir con la Palabra de Dios, pero para ésto necesitamos ¡ay! simplificar las cosas, volver a lo esencial, dejar a un lado interminables itinerarios que desgastan y hacen perder la paciencia y la alegría y dejarnos alcanzar por Jesus y su gracia • AE 



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