Monday of the Fifth Week of Lent (3.30.2020)



This Is Not a Vermeer ™ - The Message - Medium

Han van Meegeren, after Vermeer, Christ with the Woman Taken in Adultery (1942)
As reproduced in The Art of Forgery

How beautiful is the merciful face of Jesus, he is God and is love, and love that forgives, love that takes pity on our failings, love that saves. The scholars of the law and the Pharisees were not as much interested in following Jesus' teachings as they were in accusing him of going against the Mosaic Law. But the Master takes advantage of this occasion to manifest that He has come to seek the sinners, to straighten out the fallen, to call them to conversion and to penance. And this is for us the message for Lent, inasmuch as we are all sinners and we all need God's saving grace. Today, it is said that the sense of sin has been stifled. It is true! There are many who do not know what is good or bad, nor why. It is like saying —in a positive way— that the sense of Love for God has been quenched: of God's Love for us, and the reciprocity this Love exacts from us. He who loves does not offend. He, who recognizes being loved and forgiven, renders love for Love. Raymond Llull used to say: «They asked the Friend which was the source of love. He answered, the one where the Beloved has cleansed our faults».  This is why, the sense of conversion and penance during this last week in the season of Lent is to confront us face-to-face with God, to look straight into the eyes of Jesus in the Cross, to personally go and confess our sins to Him by way of the sacrament of Penance. And, Jesus will tell us, as He did with the woman in the Gospel: «Neither do I condemn you… go away and don't sin again»[1]. God forgives, and, on our side, this entails a demand, a commitment: Do not sin again! Let us try, let us do our best, and Jesus will do the rest! •AE

File:Titian.Christ and Adulteress01.jpg

Tiziano, Cristo y la Mujer adúltera (1515), óleo sobre tela, Kunsthistorisches Museum. 


Hoy vemos a Jesús «escribir con el dedo en la tierra»[2], como si estuviera a la vez ocupado y divertido en algo más importante que el escuchar a quienes acusan a la mujer que le presentan porque «ha sido sorprendida en flagrante adulterio»[3]. Que maravillosos la serenidad y el buen humor del Señor aún en los momentos que para otros son de gran tensión. Una enseñanza práctica para cada uno, en estos días nuestros en el que no sabemos bien cómo reaccionar a lo que va sucediendo. La sigilosa y graciosa huida de los acusadores, nos recuerda que quien juzga es sólo Dios y que todos nosotros somos pecadores. En nuestra vida diaria, con ocasión del trabajo, en las relaciones familiares o de amistad, hacemos juicios de valor. Más de alguna vez, nuestros juicios son erróneos y quitan la buena fama de los demás. Se trata de una verdadera falta de justicia que nos obliga a reparar, tarea no siempre fácil. Al contemplar a Jesús en medio de esos acusadores viene a la mente aquello que decía santo Tomás de Aquino: «La justicia y la misericordia están tan unidas que la una sostiene a la otra. La justicia sin misericordia es crueldad; y la misericordia sin justicia es ruina, destrucción». Podemos llenarnos de alegría al saber que Dios nos perdona todo, absolutamente todo, en el sacramento de la confesión. En estos días de Cuaresma tenemos la oportunidad magnífica de acudir a quien es rico en misericordia en el sacramento de la reconciliación. Y, además, para el día de hoy, un propósito muy concreto: al ver los errores de los demás, también podríamos repetir las palabras de Jesús: «Tampoco yo te condeno»[4] •AE




[1] Jn 8:11.
[2] Id., v. 6.
[3] Id., v. 3
[4] Id., v.11.

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