Aquel que sacia y llena el corazón (XXV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C).



Para aprender a vivir de manera nueva, lo primero y más importante no es hacer grandes esfuerzos para cambiar nuestra vida, sino despertar y atrevemos a ver las cosas tal como son, dándoles su verdadero nombre. Es sorprendente con qué sencillez desenmascara Jesús nuestras ilusiones y falsedades: “No podéis servir a Dios y al dinero”. Nosotros creemos ingenuamente que nos servimos del dinero. Jesús señala que en realidad servimos al dinero. Pensamos que somos dueños de nuestro dinero y no vemos que es el dinero nuestro dueño y señor. Creemos poseer las cosas y no nos damos cuenta de que las cosas nos poseen. Esas ansias de poseer nacen de nuestra inseguridad, pero cuesta reconocerlo. Necesitamos reafirmamos a nosotros mismos, protegernos ante los demás, asegurarnos el futuro. Aquí está el error. Cuantas más cosas poseemos, más crece nuestra inseguridad y nuestra preocupación y más difícil se nos hace asegurar nuestra felicidad. La razón es sencilla. Si ponemos nuestra felicidad en las cosas, la fuente de nuestra felicidad ya no está en nosotros mismos. La felicidad no es algo que se alcanza poseyendo cosas y más cosas, sino algo que se comienza a intuir y experimentar cuando nuestro corazón se va liberando de tantas ataduras y esclavitudes. Uno solo es el Amor que llena, que sacia. ¿Buscamos conocerlo? Mientras sigamos sirviendo al dinero, no nos abriremos ni sabremos lo que es la vida, el amor y la alegría. Y tampoco podremos hacernos amigos -auténticos- del Señor, por mucho que lo invoquemos e incluso ¡Ay! lo recibamos en la Sagrada Comunión • AE 

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