Con una conversación silenciosa (XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B)


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A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico". Así termina el relato del [breve] encuentro entre el Señor y el joven al que el evangelista llama “muy rico”[1]. A aquel muchacho –no sabemos su nombre- le parece excesivo el precio que tiene que pagar para pertenecer a los seguidores de Jesús. Esperaba del Maestro otra cosa: que le hubiera mandado hacer más obras buenas, dar una limosna mucho más generosa, y no fue así. Lo que el Señor quería era su corazón, y éste completo. La molestia le vino al joven porque quizá quedó al descubierto su verdadera situación interior., y a quién le gusta que los demás conozcan lo que pasa por dentro… No cabe duda ¡Qué peligroso es dialogar  tan abiertamente con Jesús! Pero ¿de qué sirve hacerlo de otra manera? Aquel muchacho tenía muchos  bienes, y su corazón estaba anclado en ellos, vivía dividido entre su deseo de ser fiel a Dios y su amor por las cosas materiales. Al final, por conservar la propia fortuna, dejó ir la oportunidad de seguir al Señor. Atención: no es que haya dejado de cumplir algún mandamiento, pero la carga le impidió volar alto. Veinte siglos después los cristianos no somos tan diferentes de aquel muchacho: queremos ser buenos,  echar una mano de vez en cuando, dar de lo que nos sobra, y desde luego participar del Reino, pero también nos gusta disfrutar y sobre todo poseer. Decimos que seguimos al Maestro, y lo seguimos, pero a ratos de lejos, a veces de oídas, sin terminar de entender que la alegría de nuestro corazón está no en el tener, sino en el ser, y que más que una vida rica, el Señor propone una vida plena. San Agustín lo decía estupendamente bien: "Fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum donec requiescat in te"[2].  Y Bach hizo de ésta idea una de sus mejores composiciones: "Jesús sigue siendo mi alegría /consuelo y bálsamo de mi corazón / Jesús me defiende de toda pena /Él es la fuerza de mi vida, el gozo y el sol de mis ojos /el tesoro y la delicia de mi alma / por eso no quiero dejar ir a Jesús fuera de mi corazón y de mi vista"[3]. Seguiremos enamorados de los bienes materiales mientras no descubramos al Señor, mientras pensemos en Él como en una pieza de museo o un juez implacable. ¿Y si este fin de semana intentamos hablar con él al calor de la liturgia y en el silencio de nuestro corazón? • AE


[1] Cfr. Mc 10,17-30.
[2] Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en Ti. San Agustin, Confesiones, I, I. 
[3] Jesús, alegría de los hombres (título original en alemán: Jesus bleibet meine Freude, Jesús sigue siendo mi alegría) es el décimo movimiento de la cantata Herz und Mund und Tat und Leben, BWV 147 del compositor alemán Johann Sebastian Bach, escrita durante su primer año en Leipzig, Alemania. Estrictamente, se trata de un coral protestante. Está escrito para coro de cuatro voces (tenor, soprano, contralto y bajo) y orquesta, que interpreta la melodía principal.

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