La oscura infinitud de Dios (XIV Domingo del Tiempo Ordinario)


Me da la sisca, que dicen mis amigos de Musquis (Coahuila) que a aquellos que escuchaban a Jesús en la sinagoga de Nazaret y a nosotros, cristianos del siglo XXI, nos pasa exactamente lo mismo: Jesús y su doctrina y sus cosas están bien, para un rato, pero… ¿cómo aceptarlo como el Mesías si era un hombre como los demás? ¿Qué títulos tenía? ¿Qué escuela de rabinos había frecuentado? ¡Escandaliza que Dios se encarne en Jesús, un hombre de pueblo! De la misma forma que escandaliza que Jesús se haga presente en una Iglesia que, por estar formada por hombres, ha de ser pecadora. Y es que Dios esconde su infinitud y oscurece su divinidad y nosotros, en lugar de cantar de alegría, arqueamos la ceja porque resulta demasiado ordinario. La falta de fe de aquellos hombres hizo que en Nazaret no ocurrieran maravillas. "Sólo curó a algunos enfermos" dice el evangelista como resignado, como triste. ¿Qué tesoros hubiera Jesús aportado a aquellas personas si su orgullo no hubiera cerrado sus corazones? ¿Cómo podrían descubrir al Jesús el Mesías y Señor si no aceptaban al Dios-Siervo? Aquellos hombres y mujeres de Nazaret, que creían en el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob necesitaban ver la humanidad de Jesús no como el obstáculo que oculta la divinidad, sino como el sustento que Dios elegía para su manifestación, para ser el Emmanuel ¡el Dios-con-nosotros! Los creyentes de hoy, lo mismo: necesitamos ver más allá, asumir con valentía los errores de la Iglesia y trabajar sin descanso para  superarlos (1) Gran regalo de Dios es que tengamos un corazón iluminado y abierto para descubrir en ella, poblada de pecadores como está, a la dispensadora de los tesoros de Cristo • AE


(1) M. A. Flamarique, Escrutad las Escrituras. Reflexiones sobre el ciclo B, Ed. Desclee de Brouwer Bilbao 1990, p. 112.

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