He aquí al Hombre (VIernes Santo de la Pasión del Señor, 2018)



He aquí al hombre, dice Pilato Pilato mostrando a Jesús a sus acusadores[1]. La escena ha sido representada miles de veces. Al final de las idas y venidas, sacan a Jesús del pretorio para que lo vea la gente. Lo  sacan llevando la corona de espinas y el manto de púrpura, desfigurado y ridículo[2]. He aquí al hombre. Y  miramos a Jesús desfigurado y creemos en él. Miramos a ese Jesús que sale del pretorio. En él no  hay aspecto atrayente, no parece tener siquiera aspecto humano[3]. Es la imagen viva del  fracaso. Hoy, más de dos mil años después seguimos mirándolo; no podemos apartar los ojos de él, de su rostro. Si  celebramos el Viernes Santo es precisamente por eso, porque queremos mirar, porque queremos  fijar nuestra mirada en él. No lo hacemos nada más por curiosidad, ni siquiera por mera compasión. Lo hacemos por fe. Creemos en Jesús. Y creer en Jesús no significa solamente saber cosas sobre él, o afirmar las verdades del credo, o que cumplimos una serie de preceptos morales. Decir que tenemos fe en Jesús significa estamos convencidos que su camino es el único camino, que su manera de vivir es la única manera de vivir que vale la pena, y que en él está el agua que calma nuestra sed insaciable: Dios. Hoy, Viernes Santo, en ese rostro desfigurado y escarnecido vemos cuál es su camino, cuál es su manera de  vivir, vemos a Dios con nosotros[4]. Año con año la celebración del Viernes Santo nos remueve las entrañas. Es una  gracia que el Señor mismo nos hace. Es el fruto de su cruz, de su entrega. Con su muerte, con  su amor sin reservas, Jesús abrió un camino de luz en la vida de los hombres. Si hoy estamos aquí para mirarle, es porque en él, en su amor, hay una luz  que nos atrae irresistiblemente, y nos toca por dentro, y nos llena de deseo de cambiar: nos llena de deseo de fidelidad a él. La sangre y el agua que han salido de su costado  abierto por la lanza, nos han fecundado el corazón y el alma, nos han cambiado[5]. Celebremos, pues, con fe, con amor, con agradecimiento, la muerte de Jesús. Pidámosle  que su luz nos ilumine siempre. Y pidámosle que esta luz llegue a todos los hombres y  mujeres del mundo entero. A todos • AE


[1]Jn 19, 5.
[2]Idem.  
[3] Cfr. Isa 53, 2.  
[4] Mt 1, 23.
[5] Cfr. Jn 19, 34.

No hay comentarios:

Publicar un comentario