El Dios que abraza tiernamente ((V Domingo de Cuaresma. Ciclo B)



Porque eres tú el Esposo sin pecado,
tú solo puedes hasta mí acercarte,
posar en mi tu mano sanadora,
mirarme con dulzura y abrazarme.

Y así has venido, Cristo Nazareno,
uniendo cielo y tierra en este instante:
mi corazón es puro en tu pureza,
mis ojos luz, mirando tu semblante.

Qué dulce es el perdón que me regalas,
sin cuentas, sin reproche, sin rescate:
la luz de tu mirada toca el alma,
y todo lo hace nuevo, dulce y suave.

Moriste en cruz; ya nadie nos acusa,
que todos mis pecados tú pagaste,
y el loco amor de Dios, de Dios mendigo,
amando hasta la muerte nos mostraste.

Esposo de la Iglesia perdonada,
ya bella y sin arruga por tu sangre;
Esposo, intimidad, que te derramas,
y solo, amor, me pides que te ame.

En esta Comunión, que es tu alianza,
mi corazón, cual puede, a ti se abre;
a ti suplico, Dios de toda gracia,
que nunca ya, Jesús, de ti me aparte.

Estrecha tus amores fuertemente
en esta vida mía, en mi combate;
traspásame de ti, de tu ternura,
y habítame, mi Dios, divina carne.

¡A Dios sea la gloria eternamente,
porque es perdón y gozo interminable,
oh Dios del Evangelio, el trino y santo:
a ti todo el amor, oh Dios amable! Amén •

P. Rufino María Grández, ofmcap.
Tres Ojitos (Chihuahua), 24 marzo 2007.

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