Sacerdote, Profeta y Rey.



La solemnidad de Cristo Rey trae a la mente numerosas diferencias y hasta algunos. Cristo Rey significa, para algunos es ese Cristo Majestad, el pintado entre ángeles bizantinos y oro, el de los mosaicos de las grandes basílicas de oriente. Para otros evoca el cerro del Cubilete, o Rio de Janeiro y el “Tú reinarás éste es el grito”. Para unos más Cristo Rey está unido a esa pequeña imagen de yeso que con su gesto da la bendición a todo el que pasa por ahí. Algunos encontrarán, como Teresa de Jesús, a ese Jesús-Rey, coronado de espinas y llagas, burlado por los soldados y ofrecido a un pueblo despectivo e implacable. Otros lo verán como el Superstar, del musical. Y así, tantas y tantas imágenes de nuestra devoción y de nuestro particular afecto y concepción de la fe. Pero ¿Valen todas las imágenes? ¿Acaso hay muchos Cristos? ¿Podemos hoy predicar a un Cristo Rey que se conforme con todo lo que los cristianos piensan? ¿Hay algún Cristo con el cual tengamos que conformarnos? Sin negar el valor de todas esas imágenes es bueno recordar que cada una de ellas han surgido de distintos momentos del Cristianismo, llevando consigo un mensaje concreto, una respuesta a los hombres a quienes se ha presentado y a los que ha manifestado un aspecto de la inagotable riqueza de Jesús de Nazaret, el Cristo, el Señor, el Hijo de Dios, el Principio y Fin de toda la creación. Celebrar a Cristo Rey este domingo, el último del ciclo litúrgico, es ponernos una vez más delante de Él, de Jesús de Nazaret, pobre hombre entre los hombres, sencillo maestro de la humanidad, que ha hecho con su propia vida el modelo para todos los cristianos. El pertenecer –o no- al Reinado que Él proclama es decisión propia, personal; en nuestra vida puede haber solidaridad y pertenencia, o insolidaridad y dimisión irrevocable. El criterio para saber en qué lado estamos nos lo da lo que en verdad hacemos con los más pobres, los indefensos, los que nada tienen. Toda la vida Jesús es una llamada a la justicia. En menos palabras: en el Reino de Jesús se entra a través del camino de la fe acompañado por las obras, por eso el Cristo Rey que hoy celebramos es un Jesús que camina con los suyos, que sana, que comprende, que acoge, que perdona, que hace feliz, que guarda silencio y escucha. Que ama • AE

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