Con el Señor cerca.


Por qué Jesús, que ha mostrado siempre tanta comprensión hacia los pecadores ha sido por el contrario tan duro con los escribas –expertos en la enseñanza de las Escrituras- y los fariseos -fieles cumplidores de la ley?[1] El fariseísmo contra el que Jesús se enfrenta es una manera de ser, más que un determinado grupo de personas. Una actitud permanente, más que un pecado ocasional. Una tentación capaz de desarrollarse en cualquier época; no es bueno considerar sus palabras como dirigidas a todos los escribas y todos fariseos, sino a aquellos que habían caído en los defectos que él mismo les reprocha, en esa actitud que les impedía aceptar sus enseñanzas. Además y sobre todo, las palabras de Jesús son un aviso a quienes le seguimos, para que tengamos buen cuidado de no caer en esa deformación religiosa. Y es que no fue a los pecadores a quienes se opuso a Jesús, sino ¡ay! A los más piadosos y religiosos del pueblo. El fanatismo llega cuando la fe se transforma en actitud ciega que solo sirve a ley, al culto, al dogma o la institución y olvida la comprensión y el amor al prójimo. El fanatismo coloca las ideas y las estructuras por encima de la ternura, llegando al desprecio y hasta el asesinato del hombre por defenderlas, como sucedió a Jesús[2]. El espíritu farisaico representa la perversión de las relaciones que unen al hombre con Dios y con los demás seres humanos. Perversión que tiene un nombre: legalismo, y que es el conocimiento de todas las leyes, menos la del amor. El legalismo poco a poco reduce la ley a prácticas religiosas y normas externas; se queda en la apariencia de la fidelidad a la ley, así el comportamiento externo tiene la preferencia sobre la actitud interior, y la más pequeña infracción legal es espiada, denunciada y condenada sin piedad, mientras se aceptan tranquilamente las más atroces deformaciones interiores. Así somos. Y también está el exhibicionismo. El fariseo es un actor que recita a la perfección el papel de sus buenas obras[3] y tiene necesidad de muchos preceptos para evadirse de lo fundamental: el amor desinteresado al prójimo. Se considera superior a los demás, lo que le lleva a convertirse en casta, seguro de poseer toda la verdad y  obligado a defender un orden inmutable: todo bien claro, bien definido, organizado... de una vez para siempre, y en todos los campos. Desolador panorama si no fuera porque el Señor está cerca. El gran desafío que tenemos los cristianos es vivir en la verdad, sabernos mirar ante al espejo con valentía, fijando la mirada en nuestra propia vida y en la vida de Jesús, que con su amor y su gracia puede cambiarnos[4]. Al hacerlo, al luchar, los textos evangélicos que vamos escuchando en la Liturgia de la Palabra de la misa del Domingo serán verdaderamente útiles para ayudarnos a transformar nuestro comportamiento y parecernos cada vez más al Señor • AE



[1] Cfr. Jn 4,7-26; Lc 7, 36-50; Mt 16, 6-11; 21, 28-32; 23, 13-16.
[2] Cfr. Mt 26, 1-5; Mc 14, 1-2; Lc 22, 1-2.
[3] Cfr. Lc 18,11- 12.
[4] Cfr. Mt 26, 69-75; 27, 54; Lc 23, 47-48. 

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