¡Juntos junto a tus salmos!

Señor, en el silencio de la oración pienso en el vacío generacional, y hoy al contemplar la historia de tu Pueblo, sus tradiciones, su oración en público y el cantar de tus salmos pienso también en el vínculo generacional. Una generación instruye a la siguiente, pasa el testigo, entrega creencias y ritos, y el pueblo entero, viejos y jóvenes, reza al unísono, en concierto de continuidad, a través de las arenas del desierto de la vida. La historia nos une. Una generación pondera tus obras a la otra y le cuenta tus hazañas. El tema de la oración de Israel es su propia historia, y así, al rezar, preserva su herencia y la vuelve a aprender; forma la mente de los jóvenes mientras recita la salmodia de siempre con los ancianos. Coro de unidad en medio de un mundo de discordia. Por eso amo tus salmos, Señor, más que ninguna otra oración. Porque nos unen, nos enseñan, nos hacen vivir la herencia de siglos en la exactitud del presente. Te doy gracias por tus salmos, Señor, los aprecio, los venero, y con su uso diario quiero entrar más y más en mi propia historia como miembro de tu Pueblo, para transmitirla después en rito y experiencia a mis hermanos menores. Alaban ellos la gloria de tu majestad, y yo repito tus maravillas; encarecen ellos tus temibles proezas, y yo narro tus grandes acciones. Diálogo en la plegaria de dos generaciones ¡Que el rezo de tus salmos sea lazo de unión en tu Pueblo, Señor!  • C. G. Vallés, Busco tu rostro. Orar con los salmos, Ed. Paulinas-Sal Terrae, Santander, 1989, p. 262

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