Un buen (y grande) lugar en el corazón de Dios



Por qué o para qué invita Simón al Señor a su casa? El texto no nos lo cuenta. Quizá quiere preguntar algo; Jesús lleva tiempo con fama de profeta entre la gente. El Señor acepta la invitación: a todos ha de llegar la Buena Noticia de Dios. Durante la comida sucede algo que Simón no había previsto. Una prostituta de la localidad interrumpe, se echa a los pies de Jesús y rompe a llorar. No sabe cómo agradecerle el amor que muestra hacia quienes, como ella, viven marcadas por el desprecio general. Ante la sorpresa de todos, besa una y otra vez los pies de Jesús y los unge con un perfume precioso. Simón contempla horrorizado la escena. ¡Una mujer pecadora tocando a Jesús en su propia casa! No lo puede soportar: aquel hombre es un inconsciente, no un profeta de Dios. A aquella mujer impura habría que apartarla rápidamente de Jesús. Sin embargo, Jesús se deja tocar y querer por la mujer. Ella le necesita más que nadie. Con ternura especial le ofrece el perdón de Dios, luego la invita a descubrir dentro de su corazón una fe humilde que la está salvando. Jesús solo le desea que viva en paz: Tus pecados te son perdonados… Tu fe te ha salvado. Vete en paz. El Evangelio con mucha frecuencia resalta la cercaía de Jesús con los más excluidos por casi todos: prostitutas, recaudadores, leprosos… Su mensaje es escandaloso: los despreciados por los hombres más religiosos tienen un lugar privilegiado en el corazón de Dios. La razón es solo una: son los más necesitados de acogida, dignidad y amor. Algún día tendremos que revisar, a la luz de este comportamiento del Señor cuál es nuestra actitud en nuestras comunidades ante ciertos colectivos como las mujeres que viven de la prostitución o los homosexuales y lesbianas cuyos problemas, sufrimientos y luchas preferimos casi siempre ignorar y silenciar en el seno de la Iglesia, como si para nosotros no existieran. Así tal cual. No son pocas las preguntas que nos podemos hacer: ¿Dónde pueden encontrar entre nosotros una acogida parecida a la del Señor? ¿A quién le pueden escuchar una palabra que les hable de Dios como hablaba él? ¿Qué ayuda pueden encontrar entre nosotros para vivir su condición sexual desde una actitud responsable y creyente? ¿Con quiénes pueden compartir su fe con paz y dignidad? ¿Quién es capaz de intuir el amor insondable de Dios a los olvidados por todos? • AE

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