Luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel (en la fiesta de la Presentación del Señor)


Qué alegría celebrar en domingo la fiesta de la Presentación del Señor en el templo de Jerusalén y la purificación de la Santísima Virgen María! Fiesta antiquísima que la Iglesia de Jerusalén celebraba ya en el siglo IV, la fiesta del Encuentro ¡Vaya nombre más significativo y expresivo! ¡Nos recuerda el encuentro del Ungido de Dios, Jesús, con su pueblo! [1] En el evangelio de hoy escuchamos el Nunc Dimittis, el Cántico de Simeón, y ahí Cristo es presentado como "luz para iluminar a las naciones"[2], por eso este día es llamado también día de la Candelaria. Los dos viejos, maravillosos y llenos de amor y ternura, Ana y Simeón, son representantes dignos de la raza elegida, pero simbolizan también los siglos de espera y de anhelo ferviente de los hombres y mujeres de la antigua alianza, y también la esperanza y el anhelo de la raza humana. Al revivir este misterio, la liturgia de Iglesia da de nuevo la bienvenida a Cristo ¡Este es el verdadero sentido de la fiesta: es la fiesta del Encuentro, el encuentro de Cristo y su Iglesia! Así lo canta ese precioso himno, el Adorna thalamum:

Oh Sión, adorna tu cámara nupcial
y da la bienvenida a Cristo el Rey; 
abraza a María, porque ella es 
la verdadera puerta del cielo,
y te trae al glorioso Rey de la luz nueva[3].

Contemplamos también cómo la Virgen pone a su hijo en los brazos de Simeón, y al hacerlo, no solo lo ofrece al Padre, sino también al mundo, representado por aquel anciano. De esa manera, ella representa su papel de madre de la humanidad, y se nos recuerda que el don de la vida nos vino a través de María: Salve, radix, salve, porta Ex qua mundo lux est orta[4] ¡Qué profunda conexión entre este ofrecimiento y lo que sucederá en el Gólgota! Todo comenzó con el fiat María. Esta celebración, en fin, prefigura muchísimas cosas, pero quizá la más importante sea la invitación a detenernos un momento y a pensar en encuentro final con Cristo, en su segunda venida[6]. San Sofronio, lo decía estupendamente: "Por eso vamos en procesión con velas en nuestras manos y nos apresuramos llevando luces; queremos demostrar que la luz ha brillado sobre nosotros y significar la gloria que debe venirnos a través de él. Por eso corramos juntos al encuentro con Dios"[7] • AE


[1] En griego la fiesta es conocida como el Hypapante
[2] Cfr. Lc 2,22-40.
[3] Este himno -Adorna thalamum- es habitualmente cantado en la procesión de las velas. Cfr. también el responsorio de después de la primera lectura en la Liturgia de las horas.
[4] Salve raíz, salve puerta,
que dió paso a nuestra luz 
(Himno Ave María caelorum
[5] Cfr. Lc 2,34-35. 
[6] Cfr. V. Ryan, Adviento-Epifanía, Ed. Paulinas, Madrid, 1986, pp. 119-125.
[7] Patriarca de Jerusalén desde el 634 hasta su muerte en el año 638.

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