Una alegría sin fronteras (Solemnidad de la Natividad del Señor. 2019)



F. Barocci, La Natividad (1597), óleo sobre tela, Museo del Prado (Madrid) 
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Ante el misterio de la Navidad la mejor actitud es la del silencio, la contemplación. La celebración del Nacimiento de Jesús nos recuerda un hecho pasado, algo que sucedió unos dos mil años atrás, sin embargo el hecho sigue presente. Fue como un nacimiento de cualquier niño con la pequeña gran diferencia de que Dios se injertó en la humanidad porque su Hijo nació en una familia común y corriente, en medio de la dureza de los pobres y también en medio del amor de los que saben quererse. Para los cristianos aquel niño es la encarnación de Dios, es decir, Dios que nace, llora, ríe, ama, lucha, muere, asumiendo plenamente un camino humano. El nacimiento de aquel niño responde a una esperanza del hombre, una esperanza del pueblo judío, una esperanza de toda la humanidad, pero va más allá de esta esperanza humana, porque anuncia una salvación total, una alegría sin fronteras. Navidad es un camino que continúa. Nada comprenderíamos del mensaje de Navidad si lo redujéramos a un hecho enternecedor pero simple recuerdo. El camino que entonces se inició, continúa ahora. Porque Jesús, Hijo de Dios, es ahora nuestro Camino. El Camino. Su mensaje de vida, de fraternidad, de justicia es nuestra misión. Jesús anunció una gran esperanza que es la nuestra, y dio su vida hasta la muerte y muerte de cruz por ello. Nosotros creemos que vive resucitado y que es garantía de vida para quienes –quizá sin saberlo- se identifican con su Evangelio. Hoy podríamos preguntarnos si su luz ilumina nuestro camino, si intentamos amar como él amó. No miremos sólo el portal de Belén: miremos también nuestra vida. ¿Cómo continuamos su camino? Navidad es también un anuncio de futuro. De plena salvación de vida con Dios. Queremos construir un mundo mejor y esperamos la total realización del Reino que anunció Jesús. Por ello, más allá del pecado y de las limitaciones de nuestra vida, hoy nos sumergimos en su alegre esperanza. Y por si todo lo anterior nos parece poco, lo celebraremos en ésta Eucaristía del día de Navidad. Realmente podemos decir que tenemos al Emmanuel, el Dios con nosotros • AE

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