XIII Domingo del Tiempo Ordinario.



Ya nos vamos de camino
al éxodo de la cruz,
con la frente decidida,
los ojos llenos de luz.

Cruzaremos Samaría,
pidiendo albergue y quietud,
y dando de nuestra alforja
paz, Evangelio y salud.

Te seguiré, fascinado,
mi Jesús, fascinador,
será el triunfo de tu amor,
yo el amador todo amado.

Jerusalén nos espera,
quizás sin saberlo aún,
que por ser de los profetas
es la ciudad de Jesús.

Jerusalén, mi pasión
de mi infancia y juventud,
Jerusalén, la Escritura,
y el Padre, solicitud.

Te seguiré, fascinado,
mi Jesús, fascinador,
será el triunfo de tu amor,
yo el amador todo amado.

Te seguiré en la pobreza,
si mi riqueza eres tú,
si reposo en la oración
mi indigencia y mi inquietud.

Te seguiré en el despojo,
si tú eres mi plenitud,
si, habiendo perdido todo,
mi Dios es mi infinitud.

Te seguiré, fascinado,
mi Jesús, fascinador,
será el triunfo de tu amor,
yo el amador todo amado.

Te seguiré hasta la muerte,
con humilde gratitud,
si tu caricia es mi fuerza,
tu voluntad mi ataúd.

Te seguiré, vida mía,
en esta senda común,
y tú serás mi corona,
mi eterna beatitud.

Te seguiré, fascinado,
mi Jesús, fascinador,
será el triunfo de tu amor,
yo el amador todo amado.

P. Rufino Mª Grández, ofmcap.
Puebla, 24 junio 2010

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