El susurro de la higuera que crece (III Domingo de Cuaresma. Ciclo C)



No basta criticar. No basta indignarse y pegar tres gritos en Twitter atribuyendo a otros su responsabilidad. Ninguno podemos situarnos en una zona neutral de inocencia. De una forma u otra todos somos culpables, y hoy más que nunca es necesario que todos sepamos reconocer nuestra propia responsabilidad en los conflictos. El Señor nos invita éste domingo a no pasarnos la vida denunciando culpabilidades ajenas. Una actitud de conversión exige la valentía de reconocer con sinceridad el propio pecado y comprometerse en la renovación de la propia vida. Necesitamos sembrar y cuidar una nueva higuera, una que dé frutos nuevos y buenos. Tenemos que aprender a vivir una vida diferente, no de acuerdo a las reglas de juego que hemos impuesto en nuestra sociedad egoísta, sino de acuerdo a valores nuevos y escuchando las aspiraciones más profundas del ser humano. “Si ustedes no se arrepienten, perecerán de manera semejante”. Nos salvaremos si llegamos a ser no más poderosos sino más solidarios. Creceremos no siendo cada vez más grandes sino estando cada vez más cerca de los pequeños. Seremos felices no teniendo cada vez más sino compartiendo cada vez mejor. Mejoraremos no si vivimos gritando cada uno nuestras propias reivindicaciones y olvidando las necesidades de los demás, sino sirviendo a los demás. La salvación nos llegará si apartamos la mirada de lo que está de moda de aquello que nos parece trendy y ponemos atención al susurro del evangelio de Jesús[1] • AE


[1] J. A. Pagola, Buenas Noticias, Navarra, 1985, p. 275  ss.


No hay comentarios:

Publicar un comentario