Miércoles de Ceniza del 2018


Georges de La Tour, 1642-1644, Magdalena penitente
Óleo sobre lienzo (128 x 94 cm), Museo del Louvre (París). 

Cuando al comienzo de la Cuaresma pensamos que es buen momento para cambiar el corazón, quizá nos sirva aquello que decía Fray Luis de Granada y entonces matemos tres pájaros de un tiro en los 40 días que tenemos por delante. Decía el dominico que habríamos tener un corazón de hijo para con Dios, un corazón de madre para con los demás y un corazón de juez para consigo mismo. La realidad es que lo tenemos todo reborujado #alrevésvolteado, como decimos en Aguascalientes: tenemos un corazón de siervo para con Dios, uno de juez para con los demás y uno de madre para con nosotros mismos. Por mucho que le llamemos Padre, la verdad es que acudimos a Dios con desconfianza, con temor y  con muchas exigencias. Hoy podríamos pedir al Señor que nos cambie, que nos haga sentirnos gozosos y confiados en su presencia, que seamos capaces de ponernos en sus manos incondicionalmente. Que tengamos un corazón de niño ante su Padre, que no le exige nada, que no le regatea nada. Un corazón que se siente inundado en cada  momento por un amor poderoso y gratuito. En cuanto a nuestro corazón de juez ¡Cuánto nos complace ver el lado negativo de los  demás! Los miramos fríamente y desde lejos, todo con lupa. Decimos que lo mejor es pensar mal. Repartimos premios y castigos y lejos estamos de tener un corazón de madre. Ellas lo comprenden todo, porque aman. Tienen una paciencia  infinita, porque esperan. Es sin duda el corazón que más se parece al de Dios. Si tuviéramos un corazón de madre para los demás, las relaciones humanas serían comprensivas y cálidas, nos sentiríamos más seguros los unos de los otros y no habría necesidad de  mentir. Si por último nos exigimos un poco más a nosotros mismos y al mismo tiempo aprendemos a comprendernos, a valorarnos y perdonarnos como el Señor lo hace quizá no estemos tan lejos de esa conversión del corazón a la que sin duda tanto nos sentimos llamados • AE 

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