Lirios y pájaros y tiempo y esfuerzo


V. van Gogh, Les Iris (1889), óleo sobre lienzo (71 cm × 93 cm), 
J. Paul Getty Museum, (Los Angeles, California).
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La página del evangelio es poética, habla de lirios y pájaros, y al mismo tiempo nos pone en guardia ante el consumismo, a no ser esclavos del dinero y la ambición. Servir al dinero no es servirse de él, sino estar obsesionados por él, con un agobio que produce stress y la pérdida del equilibrio interior. Una cosa es saber el valor del dinero, que era necesario también en tiempos del Señor, y otra el exagerar nuestra dependencia y de lo que se puede adquirir con él, perdiendo la serenidad y la paz. En el espiral sin freno de comprar y tener perdemos el humor, el amor, el humanismo; no nos queda tiempo para reírnos, para jugar, para pasear, para "perderlo” con la familia y los amigos. Hoy el evangelio nos invita buscar aquello que permanece, a confiar y a abrirnos a Dios. Isaías invitaba al pueblo- en circunstancias nada fáciles- a confiar filialmente en Dios, y lo hace poniendo en la boca del mismo Dios unas entrañables palabras: ¿Puede acaso una madre olvidarse de su criatura hasta dejar de estremecerse por el hijo de sus entrañas?[1]. Con su “busquen el Reino” Jesús nos invita a dar más importancia a las cosas del espíritu que a las meramente materiales –paja que se lleva el viento- y que lo hagamos en un equilibrio sereno. No se trata de una invitación a la pasividad, o una huida poética, pensando que Dios proveerá para los gastos de la casa, o que no hay que ahorrar y ser previsores. El mismo Señor que nos habla de los lirios y los pájaros es el que nos invita en otro lugar a hacer fructificar los talentos que tenemos[2]. No es pues un romanticismo bucólico, falsamente apoyado en Dios. Lo que hemos de evitar es la excesiva preocupación, el agobio obsesivo, la esclavitud, que nos matan el espíritu, ahogan el humor y no nos dejan vivir. Y también a ser menos serios y envarados, y vivir una espiritualidad más ¿cómo decirlo? Como más centrada en la esperanza y la alegría que en el miedo. ¿No da a veces la Iglesia la impresión de estar demasiado nerviosa y excesivamente preocupada por estructuras y doctrinas y por parecer inmaculada? La calma de Cristo, en sus palabras y en su manera de vivir, en su amor a la vida y su capacidad de esperanza, es una lección ante todo para la Iglesia misma, para todos aquellos que nos decimos Cristianos y luchamos por serlo  • AE



[1] Cfr. 49, 14-15.
[2] Cfr. Mt 25, 14-30. 

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