¿Eres tú el que ha de venir?


El Bautista se había atrevido a señalar el error de Herodes y para hacerlo callar el tetrarca lo encierra en la fortaleza de Maqueronte. Antes el mismo Juan había anunciado a un juez que echaría al fuego todo lo malo y todo lo infecundo, y ahora le hablaban de una persona mansa y amable, de uno que se ponía a curar. No resistió más y le envió un mensaje: ¿Eres tú el que ha de venir? ¿Quién no se ha hecho una pregunta similar? “Jesús, ¿eres tú lo que me dijeron de ti?” La respuesta del Señor es concreta: Los ciego ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia. Lo que Jesús hacía entonces era precisamente lo que se esperaba del Mesías. Pero ¿ahora? Después de dos mil años, ¿qué ha ocurrido con el mundo? ¿Qué podemos decir a los que nos preguntan sobre nuestra fe? ¿Acaso los cristianos, con nuestro comportamiento, hemos cambiado la historia de la humanidad? También nosotros interrogamos a Jesús desde nuestra prisión, la prisión de nuestros horizontes muy limitados y quizás de nuestra falta de agudeza para comprender que Cristo sigue actuando. Dichoso el que no se escandalice de mí. En nuestro mundo de estrellas y vedettes sólo resaltan algunos nombres: madre Teresa, don Helder Cámara, Oscar Romero, hermano Roger (Taizé), san Juan XXIII. Pero hay millones de corazones entregados y de manos activas. Millones de ciegos que ven finalmente sus pecados y el amor que Dios les tiene. Millones de pobres a los que sacerdotes, religiosas y laicos, pobres también, anuncian la buena nueva y la realizan. Por medio de los creyentes es como Cristo sigue trabajando al mundo. Lo mismo que a los enviados de Juan, Jesús nos dice a cada uno: ve y cuenta lo que estás viendo. Cuéntalo, pero be aware de que las obras del Reino hacen siempre menos ruido que el dinero y la guerra. En menos palabras: se necesitan ojos atentos para ver todo el amor que se da en nombre de Jesús. Esto significa que estamos ante un Cristo desconocido que no conoceremos hasta el final de los tiempos, ¡entonces comprenderemos que nunca ha dejado nunca de actuar! ¿Cristo es entonces un desconocido? Sí, si nos quedamos en nuestros pensamientos y en nuestras preguntas sobre él. Es cuando salimos de nuestra comodidad y nos ponemos a trabajar cuando finalmente vemos cómo los cojos andan y cómo resucitan los muertos. El cristiano valiente del medio oriente o el brasileño comprometido con su comunidad no se preguntan seguramente si Jesús es precisamente el que se esperaba, simplemente se ponen manos a la obra. Hoy, tú y yo ¿hacemos lo mismo, o nos sentamos a ver cómodamente la vida pasar?[1] • AE



[1] A. Seve, El Evangelio de los Domingos, Edit. Verbo Divino, Estella 1984, p. 34

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